Dicen que hay dos tipos de personas: los que son capaces de disfrutar pasando horas arreglando un jardín, es decir, los que comprenden, viven y sienten los milagros de la tierra y de las plantas; y los que miran indulgentemente a los que cuidamos la tierra y la adornamos con plantas. La reflexión corresponde a Alfonso Paz-Andrade, quien fue uno de los principales impulsores de la puesta en marcha de la Fundación Sales en 2003 y amigo personal del paisajista vigués Francisco de Sales Covelo.
Hoy en día, 20 años después de su puesta en marcha como fundación, el jardín de Sales ha encontrado la estabilidad económica gracias a la puesta en marcha de actividades como cursos, conciertos o campamentos en sus instalaciones y una agenda completa de reservas para distintas celebraciones privadas todos los fines de semana del verano.
En 1962 Sales Covelo compró la finca de la avenida Atlántida con 6.000 metros cuadrados de superficie. Allí fue creando su jardín y un vivero llamado Sales Xardín, muy popular en la época, que trabajaba con proveedores extranjeros. Allí acudía gente de los sitios más remotos amantes de la jardinería japonesa para hacerse, por ejemplo con un exclusivo bonsái.
Premios en Japón
Sales comenzó a plantar distintas especies y se sorprendía de la fertilidad de las tierras y de lo bien que crecían las plantas gracias al clima templado de Vigo. Diseñó su jardín y un sinfín de proyectos por todo Vigo y otras zonas de Galicia. El diseño de la zona del estanque de Castrelos es de Francisco de Sales. “Era muy innovador y ganó premios de paisajismo en Japón”, asegura la bióloga Patricia Vázquez, una de las principales responsables del bienestar del jardín actualmente. “Hoy día todavía viene gente aquí que nos cuenta que su jardín se lo diseñó Sales”, explica Patricia.
Entre sus especies favoritas se hallan el arce japonés (Acer palmatum), el cerezo japonés, el alcipreste de los pantanos, el ginkgo biloba, la camelia o los magnolios. Y los estanques eran su sello de identidad.
Patronato
En 2001 Sales Covelo falleció y el jardín pasó dos años sin rumbo hasta que en 2003 se crea el patronato gracias al empeño de algunos amigos y familiares. Nace entonces la Fundación Sales como jardín y vivero, aunque la actividad de venta de plantas finalizaría diez años después, en 2013.
Tras 20 años de vida, la Fundación Sales puede asegurar su continuidad como jardín y espacio atractivo para acoger distintos eventos. El boca a boca funciona y cada día son más las personas que optan por celebrar su boda, cumpleaños o reunión de cualquier tipo en este singular espacio. “Nosotros no hacemos publicidad, pero a día de hoy ya no tenemos fechas para el verano”, indica Patricia Vázquez.
El jardín abre de martes a sábado, con una entrada simbólica de dos euros por persona adulta y un euro para los niños mayores de 12 años y jubilados. La visita es libre y no requiere reserva. Además también existe la posibilidad de contratar la visita guiada para grupos.
En los últimos años están teniendo mucho éxito también los campamentos infantiles. Se realizan en verano para niños a partir de cuatro años y los que lo hacen repiten. La inscripciones para estos campamentos de concienciación ambiental se realizan en los próximos días, durante la primera quincena de mayo.
Conciertos, cursos y talleres relacionados con el arte y la naturaleza y hasta clases de conversación de inglés completan la oferta de posibilidades para disfrutar del jardín de la Fundación Sales.
Más allá del nenúfar gigante
Muchas personas han oído hablar de la Fundación Sales gracias al éxito de su nenúfar gigante, que cada verano renace en el interior del jardín. “El nenúfar nos ayudó mucho”, destaca la bióloga Patricia Vázquez. La Fundación Sales fue el primer jardín de España donde floreció, hace ya diez años, la Victoria cruziana, una especie de nenúfar gigante muy poco frecuente, cuyas hojas pueden alcanzar 1,20 metros de diámetro. Y gracias a esta floración estival, miles de personas visitan el jardín buscando esta singular planta que muestra su flor por la noche y la esconde de día.
“El nenúfar gigante es la más famosa, pero no es la planta más importante que tenemos”, explica Patricia Vázquez.
La Fundación Sales sumerge al visitante en 1.200 especies de plantas diferentes acompañadas por la correspondiente fauna: ranas, peces, tortugas, un sinfín de insectos, libélulas, erizos, un zorro que viene de visita a veces y dos gatos que son ya parte del equipo. La visita puede hacerse con perro, siempre que vaya atado.
Entre las ‘joyas’ que no pueden dejar de contemplarse en una visita al jardín se encuentran algunos fósiles vivientes como Wollemia nobilis, o la metasecuoia, especies que llevan 160 millones de años en el planeta. “Yo le digo a los niños de los campamentos que es como encontrar un dinosaurio en el monte”, indica la bióloga de la Fundación Sales.
Singular jardín
Un paseo por este singular jardín permite disfrutar de un pequeño pero muy curioso bosque de bambú –que crece en verano rápidamente-, una colección de palmeras y otra de cactus, el imponente alcipreste de los pantanos, el ginkgo biloba –con sus características hojas con forma de abanico-, cerezos y arces japoneses, la buganvilla arbórea con sus 10 metros de alto, los helechos arbóreos, el eucalipto rojo, el ave del paraíso gigante o un hermoso carballo de casi 100 años.
Sin duda la primavera es una época perfecta para visitar el jardín porque está todo en flor, esa belleza que solo debe ser acariciada con la vista, pero cada estación ofrece al visitante una nueva oportunidad de (re) descubrirlo, de contemplar los cambios en estos seres vivos que son las plantas con el pasar de los días y los meses.