Hace unos días me avisó una vecina, me llamó preocupada, diciendo que lo querían expulsar de su casa. La choza que existe bajo la autopista dio cobijo al Gringo. A mí me parece demasiado vivir ¨bajo un puente¨, como dice el tópico, pero ya es excesivo, ya es el colmo que quieran echar a un mendigo de donde solo los más pobres de los pobres habitan. Echarte de debajo del puente, ya es demasiado.
No sé si su muerte es algo así como el último acto de rebeldía que le quedaba a este hombre: su dignidad. La protesta de un hombre dueño de su libertad. “De aquí no me echan, me voy yo”. Y así lo hizo. Ayer se fue el Gringo. Y allí siguen hoy los restos de su naufragio, bajo el puente de la autopista donde viven sus gatos, los que él alimentaba, y en el rincón en el que habitan sus poemas, en un cuaderno de escuela muy gastado. Porque el Gringo era un poeta, y eso lo saben en el barrio, los que lo tienen en cuenta y le van a echar en falta. Porque al que quería y le prestaba atención le recitaba sus versos, que no eran cualquier cosa. Tenían fuerza, porque a ellos se aferraba, y eran profundos, a base de experiencia y soledad.
Hace unos días fui a verlo, me llamaron, le hice una visita y le llevé una foto antigua, un regalo que me hizo hace años, algunas imágenes son mucho más que una foto, son la razón de que sigamos en esto de captar el día a día. Y el Gringo me dejó su imagen, “el alma de los indios”. En la imagen estaba con su perro, me habló de su antiguo amigo con cariño. Lo recordaba bien. Ese día se quejaba de la vida, estaba ya cansado. “La muerte me tiene miedo, no viene a buscarme”, decía convencido como queriendo desaparecer. Estaba mayor, le costaba ya subir la cuesta hasta el catre, se pasó este invierno acostado. Lo vi cansado, mirando de un lado a otro, inquieto, con la desconfianza grabada a fuego.
Le pregunté: “Gringo, ¿qué hay después?”. Me contestó rotundo: “Solo silencio”. Él tenía frases así. Sentencias meditadas. Él también era el poeta que vivía bajo el puente de la autopista. La calle del Gringo. Carlos Montoto.
PD: Si te acercas bajo el puente, nunca habita el silencio.
TEXTO Y FOTOS: MIGUEL NÚÑEZ (FOTÓGRAFO)