Sin embargo, tan solo los que lograron los mejores asientos, en plena playa de Bouzas o la explanada y el paseo de la villa pudieron disfrutar de éstos ya que la niebla frustró a los que se conformaban con observarlos desde lugares tan distantes como los parques forestales, el otro lado de la Ría o incluso los pasos elevados de las carreteras. En ediciones anteriores los miradores eran lugares desde los que observar la magia de los fuegos de artificio pero este domingo las nubes deslucieron las vistas.
Así, la niebla impidió que el espectáculo luciese con todo su esplendor pero pese a ello desató los aplausos de los asistentes, que con puntualidad británica pudieron disfrutarlo a partir de las once de la noche. Este año, el tema elegido fue la especial vinculación entre la ciudad y el mar.
Mucho antes de que anocheciese la fiesta de Bouzas se convirtió en el punto de destino de cientos de personas, provocando interminables caravanas y, como cada año, con vehículos aparcados en lugares inverosímiles.
A las diez de la noche ya apenas quedaban huecos en la playa de Bouzas, el palco más privilegiado para disfrutar del espectáculo, ni tampoco en el muro del paseo. Mientras, los más pequeños (y muchos otros no tan pequeños) disfrutaban de las atracciones de la fiesta.