Esta mañana nos despertamos con la triste noticia del fallecimiento de Carmen Rial Garrido, «Doña Carmen», una figura entrañable y profundamente vinculada a la historia de las Islas Cíes. Su partida deja un vacío irremplazable en la memoria colectiva de este enclave natural, donde vivió los momentos más intensos de su vida, dejando un legado de fortaleza, hospitalidad y amor por su entorno. Su historia, que refleja la esencia misma de las Cíes, quedará para siempre en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerla y en las arenas de la isla que tanto significaron para ella.
Una vida dedicada a las Islas Cíes
Carmen Rial, nacida el 11 de noviembre de 1945, encontró en las Islas Cíes su hogar y el escenario de una vida extraordinaria. Aunque no nació allí, su conexión con las islas se forjó desde el momento en que se casó con Benedicto Sotelo Herbello, vigilante del Instituto de Conservación de la Naturaleza (Icona) en los años 60. Al día siguiente de su boda, el 8 de agosto de 1964, Carmen se mudó a las Cíes, donde comenzó una historia de amor con este enclave natural que la acompañaría hasta sus últimos días.
El corazón del Bar Begoña
En las décadas que siguieron, Carmen se convirtió en una figura esencial de la vida en las islas. En verano, abría el Bar Begoña, un punto de encuentro donde marineros, trabajadores del faro, personal del Icona y veraneantes disfrutaban de sus comidas caseras y, sobre todo, de su famoso café.
El bar, autorizado por el gobernador civil de Pontevedra para mejorar los servicios en la isla, se convirtió rápidamente en un lugar tan querido como necesario. La vivienda de piedra que albergaba el negocio, con su planta baja destinada al bar, era también el hogar donde Carmen crió a sus cinco hijas: Duli, Raquel, Belén, Begoña y Mónica.
Islas Cíes, refugio en las tormentas y testigo de tragedias
La vida en las Cíes no siempre fue idílica. Carmen vivió los duros inviernos en la isla, con temporales que dificultaban las comunicaciones y traían momentos de soledad y miedo. Su fortaleza quedó especialmente patente en 1978, cuando acogió en su casa a un náufrago del carguero Marbel, que se hundió frente a las islas, cobrando la vida de 27 personas.
Ella fue una de las primeras en conocer la magnitud de la tragedia al escuchar el relato del superviviente, que llegó ensangrentado a su puerta.
Un legado que perdura
Aunque a finales del siglo XX Carmen se trasladó a Vigo, las Islas Cíes nunca dejaron de ser su hogar espiritual. Durante los veranos, regresaba para recordar los años felices y las historias que vivió en el archipiélago. Su casa, hoy reconvertida en un bar que sirve bocadillos y bebidas, sigue siendo un testimonio vivo de su legado. Las mesas de piedra, donde tantas horas pasó con su familia y clientes, permanecen como un símbolo de la hospitalidad que la caracterizó.
Sus hijas han mantenido viva esta herencia, cuidando la vivienda y el negocio como un homenaje a sus padres.
Con el alma en las Cíes
Carmen solía decir que en las islas siempre se sentía bien, mientras que en tierra firme su salud parecía resentirse pero que a su regreso a la isla todas las dolencias, como por arte de magia, desaparecían. Esa conexión tan profunda con las Cíes hizo que su vida y la historia de las islas quedaran entrelazadas para siempre. Con su fallecimiento, se va una de las últimas isleñas que vivió en un tiempo en el que las Cíes eran más que un destino turístico: eran un lugar de vida, de lucha y de comunidad.
Carmen Rial deja tras de sí un vacío en las islas, pero también un legado de historias que guardan la esencia de este rincón único. Su vida es un recordatorio de que, incluso en los lugares más remotos, hay personas cuya calidez y dedicación transforman el entorno para siempre.