La instalación del pesquero, con vigilancia policial permanente antes, durante y después, no dejó a nadie indiferente y surgieron detractores y partidarios a partes iguales, con el mismo énfasis en las críticas que en las alabanzas.
Otra de las rotondas sobre las que se ha polemizado en los últimos días es la de la confluencia de Fragoso con Balaídos, que en su día ocupaba una escultura del artista vigués Xuxo Vázquez y que hace cinco años fue reemplazada, tras la humanización de la zona, por un busto de un caballo realizado en piedra. Las piezas de la primera obra, denominada Aros Olímpicos y estrenada con motivo de la celebración en Vigo de varios partidos del Mundial de Fútbol del 82, permanecen abandonadas en el parque central de Santa Cristina de Lavadores y el escultor amenaza con tomar medidas legales contra el Concello.
Estos dos son los ejemplos más actuales si bien no se trata de las únicas rotondas que han sido objeto del carácter crítico, excesivo en algunas ocasiones, con su propia ciudad. En la mente de muchos están las interminables quejas que en su día despertó la colocación del Sireno de Leiro en la Porta do Sol. Fue en 1991 y ya se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad pero todavía sigue despertando a partes iguales admiración y recelo.
Posiblemente, la escultura de los Caballos de la Praza de España, de Oliveira, sea la única con la que los vigueses se sienten completamente representados. Como ésta, el escultor también realizó el Rapto de Europa, ubicada en Samil, al final de la Avenida de Europa.
Originariamente estaba en una rotonda, que luego se convirtió en la Praza de Independencia, la escultura que recuerda a los Héroes de la Reconquista, de Julio González Pola.
Entre las más aceptadas están también el monumento al Trabajo de Ramón Conde, en el bulevar central de la avenida Gran Vïa, aunque menos lo está otra de sus obras, el Corredor, instalada en la rotonda de la Avenida de Florida tras la humanización del vial, en 2012.
Sí está entre las más aceptadas el tributo al Herrero, en la Praza da Industria, también en medio de una glorieta. Fue ensamblada in situ en 1970 por el artista, Guillermo Steinbrüggen.
Entre las últimas realizadas, la Fuente del Bicentenario de Silverio Rivas, en la calle Venezuela, recibió reproches al incluir parroquias que ya no lo eran, y viceversa.
Y su obra más importante, la Puerta del Atlántico que decora la Praza de América, no acaba de ser aceptada por muchos, que solo ven una mole de granito de 14 metros de alto y 427 toneladas de peso en lugar de un homenaje a los emigrantes gallegos que partieron hacia América, como pretende el artista.
También de Silverio es la Esfera, ubicada en una de las rotondas del campus universitario.
También recientes son el Faro de la calle Aragón y las fuentes luminosas que ordenan el tráfico en la confluencia de ésta con Genaro de la Fuente. En el primer caso, la obra se libró de las críticas pero las segundas fueron calificadas como un derroche en plena crisis económica y evocaron a la famosa fuente cibernética que Corina Porro había querido para el Puerto pero que se quedó en un cajón.
También luminosa, aunque más modesta, es la fuente que se emplazó en la Gran Vía, en la confluencia con la calle Islas Baleares.
A cierta distancia se encuentra otra de las glorietas más criticadas de la ciudad, la de Pereiró, que muestra un dodecaedro en la rotonda de la Avenida de Castrelos con Clara Campoamor y la carretera de Valladares. En su interior, además, hay un monolito de piedra.
La Paellera es otra de las obras polémicas de la ciudad, que fue además bautizada como tal por la propia ciudadanía. Periódicamente muestra juegos de chorros de agua y hace casi una década llegó incluso a estar rodeada de arbustos podados con la forma de delfines.
Al estilo de la rotonda del «Alfageme», la recientemente bautizada como Praza da Industria Conserveira, hace apenas unos meses, cuenta con una grúa en su interior con la que se rinde homenaje a la industria.
A escasos metros, en la confluencia de Cánovas del Castillo con Laxe, se encuentra otra de las obras más recientes, una red diseñada y donada por el ingeniero Rafael Llano de la Concha, y que representa el símbolo de la organización benéfica que preside, Rotary Club. Reemplaza a su vez a otra anterior en la que había un grupo de anclas.
Aunque no se encuentran en rotondas, tampoco se han librado de las protestas de una parte de la ciudadanía el Nadador de la Prada da Estrela y la Miñoca de la plaza que lleva su nombre. Pero ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos.