Son solo dos ejemplos de lo que ocurre cuando los vigueses descansan. Las oficinas bancarias de la ciudad se convierten en el dormitorio de un buen número de indigentes. La gran mayoría de ellos utilizan los albergues, tanto el municipal como el de los Enfermos Pobres de Teis, pero la imposibilidad de permanecer durante más de diez días en estos lugares de acogida les obliga a buscar un sitio en el que resguardarse.
Desde hace tres meses, el grupo de servicios sociales de la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil de Vigo acude dos días a la semana a los cajeros para repartir café caliente, comida y ropa de abrigo. Este lunes, a tan solo tres noches de que acabe 2015, les toca el turno a Judith Couñago, Ángela García, José Benito Couñago y Antonio Pérez. Son acompañados en esta ocasión por Marina Vila y Alberto Sxenick, reporteros de los servicios informativos 24 horas de TVE.
Grabación en el cajero automático de García Barbón.
Pasan unos minutos de las doce de la noche y el vehículo de Protección Civil ya está en el cruce de Colón con García Barbón. Los cuatro voluntarios van a visitar a Marcos, nombre que han puesto a un hombre natural de Marruecos que lleva meses sin trabajo. Es marinero y estuvo embarcado en varios pesqueros de Vigo y Ribeira, pero las cosas se han torcido y tampoco recibe ninguna ayuda.
“Son mis ángeles, me gusta mucho cuando llegan porque me traen comida y ropa, me tratan como a un Rey”, afirma. Su historia es como la de muchos inmigrantes que llegaron para desempeñar los trabajos más duros que nadie quiere hacer aquí y con la crisis se ha quedado en la calle. “Voy al albergue y cuando consigo algunas monedas alquilo una habitación”, explica. Mirada profunda, ojos negros y conversación fluida, la visita es para Marcos un momento de charla en medio de la soledad de la noche.
Judith Couñago y Marcos.
La cadena de supermercados Froiz proporciona alimentos para el reparto de los voluntarios y la ropa procede de las donaciones de particulares en el local de la agrupación (calle Pi y Margall, 69). “Te reconforta poder hacer algo por ellos, son muy agradecidos”, afirma Judith Couñago. Le llevan mantas para protegerse del frío, aunque el hecho de que el invierno se retrase y las temperaturas sean altas ayuda mucho. “Este cajero es más caliente, hay otros en los que hace mucho más frío”, apunta José Benito.
La siguiente visita es a los soportales de O Berbés. Allí duermen desde hace días dos indigentes, aunque uno de ellos rechaza aparecer ante las cámaras. El que sí habla es Miranda, natural de Braga (Portugal) y divorciado. Sus ojos brillan cuando los voluntarios entran por la puerta con una gran caja con ropa y un café con dos croissants.
“Todos son muy agradecidos, saben que venimos a ayudarles, aunque siempre hay algunos que son más solitarios”, explica Judith tras recordar el caso de “El Gringo”, el indigente que durante años vivió bajo el puente de la autopista y que fue hallado muerto hace unos meses. “Intentamos poner nuestro granito de arena, ayudar a esta gente que tenía una vida hecha y que han perdido todo por la crisis”, añade Ángela.
La ronda que realizan dos veces a la semana incluye una decena de cajeros automáticos, pero también a personas que pasan la noche en la calle. “Nos preocupa cuando nos los encontramos, sabemos en qué lugar está cada uno”, dicen.
Todavía queda mucha noche para los voluntarios y han de seguir con el reparto. “Es muy duro, no nos damos cuenta de lo que en realidad ocurre a nuestro alrededor y cuando ves esto se te cae el alma a los pies”, afirma Marina Vila.