Cansados y agotados por un viaje interminable, los más de 200 pasajeros descendieron del tren en la estación de Guixar con ganas de olvidar pronto la odisea. «Podemos entender muchas cosas, pero lo que no somos capaces de comprender es que nos metiesen en el tren Madrid-Vigo, donde no había sitio para todos y muchos tuvieron que viajar de pie, otros sin poder estirar las piernas», explica Sabela Guevara.
Los pasajeros se subieron al tren en la capital catalana a las 20:20 horas del lunes y no se podían imaginar lo que les esperaba. En Burgos, sobre las dos de la madrugada, se produjo el primer contratiempo. Un fallo en la catenaria mantuvo el convoy retenido durante cinco horas, que no reinició la marcha hasta las ocho de la mañana, tras un cambio de locomotora.
Las bajas temperaturas y la falta de calefacción fue uno de los principales problemas. «Había niños pequeños, personas mayores, un desastre», relata una pasajera. Renfe repartió mantas para mitigar el frío. «Poco después hubo otro fallo, ya no sé ni lo que ocurrió», dice Olalla Iglesias. Se refiere a una nueva avería, esta vez en Palencia sobre las 09:00 horas en la que una ventanilla resultó dañada.
La solución, en esta ocasión, fue realizar un trasbordo para realojar a los pasajeros en el tren Madrid-Vigo, procedente de Chamartín. El problema ahora fue que se trataba de demasiados pasajeros y no había sitio para todos. «No podíamos ni movernos y el mayor inconveniente era que los baños estaban saturados, a la media hora estaba inservible», señala Sabela antes de añadir que los teléfonos se quedaban sin batería y solo tenían un enchufe para toda la gente que quería hablar con sus familiares.
Mireia Escolá, periodista que viajó a bordo, relataba que «hay problemas para repartir la comida y potitos a niños que llevaban horas sin comer». Los alimentos repartidos consistieron en un bocata de mortadela y una manzana.
«Imagínate como fue que ni siquiera nosotras, que viajamos en este tren, sabemos bien lo que ocurrió», añade Sabela. Desde Renfe les informaron que les devolverían el importe íntegro del billete y, además, les regalarían un viaje de ida y vuelta en 2015. Una pasajera de avanzada edad fue trasladada en silla de ruedas desde el tren hasta la terminal.
En la estación de Guixar, con el fin de la odisea, hubo lágrimas y emociones, pero sobre todo indignación con el trato recibido. «No me quedan ganas de volverme a subir a un tren».
(Arriba, la ventanilla rota fotografiada por Mireia Escolá y la foto de @PepoAlba con la comida repartida en el tren. Abajo, emocionante reencuentro en la estación de Guixar. / Foto: Selika).