El doctor en Ingeniería de Montes de la Universidade de Vigo (Uvigo) Juan Picos abre el debate acerca de la posibilidad de «un cambio de paradigma» en la prevención de incendios, ya que pone sobre la mesa «lo que los investigadores llaman pastorear el fuego». Esta idea pasa por aprovechar el invierno para realizar quemas controladas de baja intensidad en el monte con el fin de evitar que se conviertan en incendios «catastróficos» en verano al ser incontrolables.
«Lo que son 100 hectáreas ahora, en invierno, pueden ser 1.000 hectáreas en verano», reflexiona en una entrevista con Europa Press este profesor de Silvicultura en la Escola de Enxeñaría Forestal de la Uvigo, quien aboga por el uso de fuego como una «herramienta» de prevención «solo en aquellos momentos e intensidades que se sabe que no causa perjuicios».
«Nuestra obligación como científicos es mirar un poco hacia adelante». «Es obligación de la ciencia hacernos preguntas de hasta qué punto podríamos utilizar un fuego en invierno y que realice una prevención del incendio de alta intensidad», expone este experto que abrió en su día las comparecencias de la comisión parlamentaria creada tras la ola de incendios de 2017 en Galicia.
Si bien puede parecer una propuesta rupturista frente al actual modelo antincendios, este experto recuerda que, en el interior de las zonas de montaña del noroeste, «lo clásico desde épocas inmemoriales del ser humano era la transformación de vegetación con el uso de quemas para el ganado justo en esta época».
Apela a explorar «ese fuego aliado que puede ayudar». «No es todo tan blanco o negro», subraya. Contrasta esta propuesta con lo que pasó el verano pasado con macroincendios como el de O Courel, en el que «no se tiene ninguna oportunidad de decirle (al fuego) por dónde ir».
Y es que «ir conduciendo el fuego por el territorio generando discontinuidades, que después tiene que aprovechar el ganado, es una actividad tradicional», que debe hacerse «no en condiciones ilegales o nocturnas». «Con mucha cautela, basado en ciencia, es probable que tengamos que incrementar, entre comillas, nuestra tolerancia o utilización del fuego como herramienta de conservación y prevención, obviamente siempre en condiciones muy controladas».
Estos días sin mucho viento y temperaturas bajas, en los que «es bastante previsible cómo funciona» el fuego, los servicios de extinción «pueden acompañar en algunas zonas y apagar en otras».
«Este paradigma también está llegando a otros lugares», apunta. «Estamos empezando con eso». Pone el ejemplo de que las tribus indias gestionaban mucho territorio con fuego en la zona de California, pero «se dejó de hacer y ahora también tienen problemas de grandísimos incendios».
Decenas de hectáreas, no microquemas
A este respecto, Picos señala un reciente artículo titulado ‘Los Incendios forestales como oportunidad silvícola’ -que firman Domingo M. Molina Terrén, Victor Resco de Dios y Ferran Dalmau Rovira en la Revista Incendios y Riesgos Naturales-. Aquí se expone que «los incendios forestales de moderada y baja intensidad han de verse como una oportunidad para reducir el combustible forestal», al tiempo que se emplaza a un «cambio drástico y abandonar una estrategia que da un resultado insatisfactorio».
«Para algunos, este planteamiento puede parecer descabellado. A nosotros nos parece irracional no dar el salto a implementarlo ya hoy», llegan a afirmar los autores del texto, en el que se defiende que «son necesarias las quemas prescritas, pero de al menos decenas de hectáreas cada una, no micro quemas».
El propio Picos firma, junto a varios autores, otro estudio en la misma revista sobre las oportunidades de las quemas prescritas. La estimación a gestionar de esta forma en toda España alcanza las 100.000 hectáreas -solo en los ocho primeros meses de 2022 ardieron casi 300.000 hectáreas-. Las quemas prescritas costarían 225 millones, pero «la misma superficie quemada en incendio forestal supondría 1.000 millones de euros de coste».
El caso de Portugal
En esta entrevista con Europa Press, Picos mira hacia el caso de Portugal. Con datos satelitales de Copernicus, se puede observar estos días diversos puntos iluminados que se corresponden con quemas en el norte del país luso, algo que contrasta con una Galicia sin fuegos.
«Portugal deja que arda porque entiende que es una actividad que todavía tiene una vinculación con ese uso pastoril de algunas sierras, con lo cual solo los combate cuando entiende que adquiere grandes dimensiones», relata. «Esa actividad ganadera es mucho más presente en la zona portuguesa, más tolerada que la nuestra, cuando pasan a Galicia desplegamos dispositivo y los apagamos», agrega.
Son dos políticas distintas, en Portugal «se permiten mucho más este tipo de quemas». «En Galicia, cualquier quema que no está realizando el servicio o que no ha sido notificada es un incendio y, por tanto, lo apagamos». «Por un lado se puede pensar, nosotros somos mejores porque nosotros apagamos los fuegos y ellos no», pero advierte: «Nosotros vamos acumulando combustible».
Este investigador que trabaja en un proyecto Interreg -de colaboración en labores preventivas y extinción- examina que los portugueses dejan «caminar libres» los incendios en invierno por entender que son más peligrosos en verano. «Hay un punto medio entre la tolerancia absoluta y lo nuestro: que es el combate absoluto, lo que pasa es que no lo hemos encontrado todavía porque es bastante delicado», razona.
Polémico para las administraciones
Preguntado por la postura de las administraciones ante esta posibilidad, Picos reconoce que «claro» que es polémico: «Pero por eso debemos ir nosotros delante abriendo el debate, demostrando con evidencia científica que los daños son bajos en determinadas condiciones». «Tenemos la obligación de hacernos las preguntas como científicos», apunta, «con pensamientos un poco desafiantes». «Todavía es pronto para que ellos (los políticos) decidan hacer eso, pero tarde o temprano tenemos que hacernos la pregunta y ser capaces de registrar la evidencia».
No obstante, «es un tema que está abierto y susceptible de revisar», pues «la Xunta ya ha comenzado a trabajar bastante con las quemas prescritas, que realiza de forma preventiva el propio servicio». «Lo que queremos es reducir combustible para que no esté presente en la época de alto riesgo», incide.
Cuenta que «se está empezando a trabajar sobre ello, un seguimiento de quemas para ver cómo se recupera, qué impacto tienen en realidad».
El fuego como factor que crea biodiversidades
«Nos estamos dando cuenta de que algunas de nuestras figuras de mayor biodiversidad se han creado en esa utilización humana de fuego y ganado en zonas de montaña». «Si retiramos todo eso, puede ser que nos encontremos que perdamos el hábitat», aunque parezca «contradictorio», argumenta.
«Y está la paradoja dentro de la paradoja de que algunos de los ecosistemas, algunos de los hábitats prioritarios en Red Natura, necesitan del fuego en su conservación». «Hay algún tipo de brezal, hábitat de matorral» en un hábitat que «se desarrolló bajo miles de años de fuego y ganado». «Si quitamos el fuego y ganado, evoluciona naturalmente a otro tipo de ecosistema», advierte este profesor.
Precisamente, esta semana han ardido unas 160 hectáreas en O Xurés de un fuego llegado de Portugal. «Cuando nos hacemos la pregunta de por qué arden tanto en verano O Xurés, a veces la respuesta es porque ha dejado de arder tanto en invierno», resalta.
«La pregunta es si es necesario restaurar un régimen de fuego como el teníamos antiguamente para evitar un régimen de fuego como el que tenemos ahora». «El debate está abierto», concluye