La recuperación que ha experimentado el Casco Vello de Vigo durante los últimos años salta a la vista. Desde el abandono en el que estaba sumido al auge que vive en la actualidad han pasado dos décadas. Las rehabilitaciones llevadas a cabo en su mayor parte por el Consorcio han permitido olvidar la marginalidad que se apoderaba del barrio. También son destacables muchas promociones privadas, pero ninguna como la que está a punto de inaugurarse en el corazón de la zona histórica de Vigo: el Pazo da Oliva.
En los últimos días ya se puede apreciar desde el exterior la belleza y el tamaño de este nuevo palacio situado a solo unos metros de la basílica de Santa María. En un lugar privilegiado, con accesos desde Oliva, Laxe, Xuanelo y Baixada á Fonte, el edificio está a punto de ser inaugurado. Y su destino no es otro que el que tuvo desde su construcción en el siglo XVIII, convertirse en el escenario de eventos socioculturales.
Conocido como el Pazo del Marqués de Valladares, donde vivió el noble hasta el siglo XIX, la tipología es la propia de los pazos urbanos decimonónicos, tal y como detalla el Pepri (Plan Especial de Protección Interior del Casco Vello de Vigo). Posee muchos elementos que se añadieron con posterioridad a su construcción, como galerías y balcones, y que ahora la empresa viguesa Interatlantic ha logrado recuperar.
Inauguración inminente
La promotora trabaja a marchas forzadas para su inminente inauguración, prevista para los últimos días de septiembre o primeros de octubre. La protección que exigía el plan urbanístico obligó a conservar elementos como las fachadas de piedra, las galerías, los balcones, las barandas, las carpinterías de madera, el jardín, el patio, el muro de cierre y el portal.
La autorización municipal para el nuevo Pazo da Oliva de Vigo permitió la rehabilitación de cuatro sótanos, entreplantas, planta baja y dos alturas, con una superficie total de 4.200 metros cuadrados.
Su enorme tamaño queda a la vista al ocupar una manzana completa del Casco Vello con entradas por las cuatro calles que lo rodean. Desde el exterior ya es visible la enorme terraza y el jardín. Además, dispone de un cuarto salón para actos culturales y un garaje de 40 plazas.
Gran escalera
El objetivo es que el nuevo palacio vigués se convierta en el lugar de referencia cultural de la ciudad. O más bien, que recupere el protagonismo que ya tuvo durante décadas, cuando todavía no existía el Teatro García Barbón y en su interior se celebraban todo tipo de eventos. Uno de los elementos incorporados ha sido una gran escalera de acceso de más de 30 toneladas.
El proyecto fue redactado por los arquitectos Martín Cominges y José Javier Villacé. Con el arquitecto Pedro de la Puente Crespo como director de obra y Raúl Fructuoso Aragunde como arquitecto técnico, los interiores han estado bajo la supervisión de Carlos Viqueira.
Tumbas romanas
Llevar adelante la recuperación de este emblemático palacio no ha sido sencillo. En el camino han aparecido numerosos escollos. Y es que recibió el visto bueno municipal en 2017, pero el hallazgo de tumbas romanas durante las primeras excavaciones ralentizaron las obras.
No fue hasta finales de 2019 cuando comenzaron las obras, pero la pandemia también provocó un nuevo parón, a lo que hubo que añadir la crisis de materiales. Finalmente, en este 2022 podrá ser inaugurado y abierto al público. Vigo recupera así un edificio único en su Casco Vello, el Pazo da Oliva, una pieza esencial que puede marcar un nuevo empujón para la rehabilitación integral del barrio.
Restauración a cargo de Pepe Solla
Interatlantic, empresa propietaria a través de Getting Back Stones, anunció este verano que Pepe Solla, el reconocido cocinero, será el encargado de los fogones en el Pazo da Oliva. El restaurante tendrá capacidad para unos 50 comensales.
El maravilloso arco que ya nunca volverá
Un elemento que no ha podido ser recuperado es el arco de la Marquesa, derribado en 1898. Se trata de un anexo que uno de los miembros de la familia Valladares decidió construir para unir el solar principal de su casa con varias propiedades que habían adquirido enfrente.
Fue durante décadas uno de los elementos más singulares de la arquitectura del Casco Vello (algo similar a lo que hoy es el arco de Quirós, que enlaza la plaza de la Princesa con Joaquín Yáñez), pero se derribó en 1898 para poder ampliar la calle y favorecer el tráfico en la misma.