En la céntrica calle Pizarro, de la ciudad de Vigo, se encuentra este portero electrónico protegido por una pequeña puerta acristalada. Lo más sorprendente es que la puerta no está provista de cerradura con llave, sino con un pequeño cierre para que no quede abierta. Quizá lo que se pretenda no sea evitar las llamadas inoportunas, sino que las inclemencias del tiempo no terminen deteriorando un mecanismo que resulta mucho más costoso que la propia puerta. Sea como fuere, el artilugio, presentado de esta guisa, resulta muy llamativo.