Hace cinco meses, Galicia abrió un nuevo capítulo en la atención a la salud mental con la inauguración de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica Infanto-Juvenil en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, sin lugar a ningún tipo de duda se dio un paso crucial hacia la atención especializada que tanto necesitaban los más pequeños.
Esta unidad, fruto de una inversión de 1,3 millones de euros por parte de la Xunta de Galicia, se presentaba como un faro de esperanza para cientos de niños y adolescentes que luchaban contra las sombras de la enfermedad mental.
Ubicada en una superficie de 740 metros cuadrados, esta nueva unidad cuenta con 6 habitaciones individuales equipadas con baños adaptados, así como zonas comunes que incluyen salas de estar, comedor, aulas y espacios exteriores ajardinados.
Se espera que la unidad atienda a unos 120 pacientes anuales provenientes de toda la comunidad autónoma, lo que la posiciona como un referente en Galicia.
Sin embargo, en menos de seis meses, esa luz se ha visto ensombrecida por la dura realidad. Las seis habitaciones, equipadas con baños adaptados y zonas comunes diseñadas para fomentar la interacción y la recuperación, se encuentran constantemente ocupadas, atendiendo a pacientes de las áreas sanitarias de Vigo, Pontevedra y Ourense. La demanda supera con creces la oferta, dejando a muchos niños y adolescentes sin el espacio adecuado para su tratamiento.
La situación se agrava aún más si se considera el preocupante aumento de los trastornos de salud mental entre niños y adolescentes. Los expertos en psiquiatría hablan de una auténtica epidemia, con un incremento del 40% en los ingresos hospitalarios pediátricos previos a la pandemia.
La ansiedad, la depresión y otros trastornos se manifiestan a menudo en su forma más severa, llevando a intentos de suicidio, autolesiones o cuadros extremos de ansiedad.
La diferencia en el abordaje terapéutico entre la unidad infanto-juvenil y la de adultos es abismal. En la unidad de adultos, los menores se encuentran recluidos en sus habitaciones, un entorno austero y frío que contrasta radicalmente con la filosofía de la unidad infanto-juvenil, donde se fomenta la interacción entre pacientes, proporcionándoles espacios comunes, televisión, videoconsola y biblioteca.
Esta estrategia, enfocada en el desarrollo personal y la socialización, contrasta radicalmente con el aislamiento impuesto en la unidad de adultos, generando en los menores miedo, desconfianza en el sistema sanitario y una agudización de sus trastornos.
Vanesa Oria, madre de una menor ingresada en el área de psiquiatría de adultos, expresa su indignación y desesperación en una carta abierta: «Escribo esta carta desde el hospital público de mayor envergadura construido en los últimos tiempos en España, un hospital vanguardista y de los más modernos de Europa; el Álvaro Cunqueiro de Vigo. Ahora os voy a contar la realidad de lo que pasa aquí dentro, concretamente en la planta 1 de Psiquiatría, planta de adultos«.
Vanesa describe las condiciones en las que su hija de 15 años se encuentra: «Mi hija está hospitalizada en un espacio que no le corresponde. Permanece encerrada en su habitación todo el día mientras los adultos tienen derecho a pasear por la unidad, acceder a la sala de lectura o a la televisión. La habitación solo cuenta con una cama, un armario, una mesilla, un sofá para el acompañante y un baño cerrado con llave. No se permiten dispositivos electrónicos, ni móviles, ni tablets. Es un entorno que no promueve la recuperación, sino que agrava su estado«.
Vanesa Oria continúa: «No puedo entender cómo, en cualquier otro territorio de España, mi hija sería paciente de salud mental infanto-juvenil hasta los 18 años, pero aquí en Galicia, desde los 16 años, es considerada adulta. A pesar de que legalmente sigue siendo menor, debe compartir espacio con adultos, algunos de ellos con problemas de drogas o en estados graves de deterioro. Es inaceptable«.
Su testimonio no es aislado. Las familias de los menores ingresados en el área de psiquiatría de adultos están en proceso de formar una asociación para exigir mejores condiciones. «Psiquiatría de adultos es un infierno para los niños«, afirma uno de los padres.
La preocupación principal radica en que sus hijos comparten espacio con adultos que pueden estar en estados graves de deterioro o ser consumidores habituales de drogas, un perfil común en el área de psiquiatría de adultos.
Vanesa añade: «Nuestra legislación aquí en Galicia es única en toda España y, al cumplir 16 años, se les considera adultos para efectos de hospitalización. Sin embargo, si algo les pasa fuera del hospital, los responsables legales seguimos siendo los padres. Esto es una contradicción que pone en riesgo a nuestros hijos«.
La apertura de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica Infanto-Juvenil en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo ha sido un paso positivo, pero la realidad demuestra que es insuficiente. Se requieren medidas urgentes para ampliar la capacidad de la unidad infanto-juvenil, garantizar un entorno adecuado para los menores y dotar a los profesionales de los recursos necesarios para afrontar el creciente desafío que supone la salud mental de las nuevas generaciones.
El área de Vigo cuenta con consultas externas y un hospital de día, pero estas no son suficientes para abordar la creciente demanda de atención psiquiátrica infanto-juvenil. Los expertos insisten en la necesidad de un esfuerzo especial para la detección precoz de estas patologías y la ampliación de las unidades especializadas.
La salud mental infanto-juvenil en Galicia se encuentra en una encrucijada. La apertura de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica Infanto-Juvenil en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo es un paso positivo, pero claramente insuficiente.
La alta demanda y la falta de plazas disponibles han llevado a una situación insostenible para muchos menores y sus familias.
La experiencia de Vanesa y otros padres evidencia la urgente necesidad de expandir y mejorar los recursos disponibles para la atención psiquiátrica de menores en Galicia. La salud mental infanto-juvenil debe ser una prioridad para garantizar un futuro saludable para las nuevas generaciones.
Es necesario un compromiso firme por parte de las autoridades sanitarias para garantizar que los más jóvenes reciban la atención que necesitan y merecen, evitando que la indiferencia y la falta de recursos conviertan la esperanza en una cruel paradoja.