Empezaron doce, los diez primeros en llegar (por lo que algunos ya hicieron noche el domingo) y dos por sorteo, pero a medida que pasaban las horas el cansancio iba eliminando a los aspirantes. A media tarde del lunes, quedaban solo siete y a primera hora de la noche se redujeron a seis.
El frío de la madrugada viguesa, con temperaturas rozando los 0ºC, hizo la criba definitiva. A primera hora de la mañana, tan solo aguantaban dos. Mauro y Rubén se resistieron a ceder y se mantuvieron firmes mientras concedían entrevistas a los numerosos medios de comunicación.
Viendo que el concurso podía prolongarse de forma indefinida, los organizadores les propusieron un pacto, consistente en un sorteo en el que el perdedor también se llevaría premio, un Samsung S5. La moneda quiso que Mauro fuese el ganador del Gordo, el teléfono iPhone y Rubén debió conformarse con el premio de consolación.