«Si te dicen que caí, ya sabes mi paradero, aunque no sea minero, borracho y dinamitero, el primero es el día de octubre señalado, tú en tu cárcel y yo en la mía, seguimos organizados. Fuimos un grupo vigués. Y volveremos a ser hoy lo que fuimos ayer» (Siniestro Total).
Julián Hérnandez y Siniestro Total convertirían en 1988 este tema de su álbum «Me gusta como andas» en un homenaje a la lucha obrera en la que los Grapo ocupaban la rama más radical. Mil veces los han desarticulado y mil veces han renacido. Muy lejos de convertirse en el río Guadiana como algunos apodaron, los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre siguen manteniendo una base política e ideológica estable. Quizás ya no haya un comando operativo ni revolucionarios dispuestos a coger la pistola, pero la Policía nunca los da por desaparecidos debido a su tremendo potencial para captar adeptos, especialmente en Galicia, donde nacieron y donde siguen manteniendo muchos simpatizantes. El nacimiento de los Grapo se remonta a los últimos años de la década de los 60 y primeros de los 70 cuando en los astilleros vigueses comenzaba a germinar el movimiento obrero. De barrios como los de Teis -en concreto apuntan a Rorís-, O Calvario y Sárdoma surgieron las primeras voces contra el sistema establecido. La dictadura franquista languidecía y las voces que propugnaban la lucha armada empezaban a organizarse. «En el año 72, durante las grandes manifestaciones obreras en Vigo, comenzó a moverse la clase trabajadora. Algunos miembros del Partido Comunista decidieron optar por la vía armada y se escindieron», asegura uno de los históricos afiliados al PCE y que posteriormente fue cabeza visible en el movimiento vecinal. No fue la metalurgia gallega la única, también en Asturias y Andalucía se dieron casos similares y todos acabaron por fusionarse, pero sí que se puede considerar a Vigo como uno de los reductos en los que los grupos revolucionarios siempre encontraron apoyo.
El controvertido Pio Moa (Vigo, 1948) se autodenomina uno de sus fundadores de una banda que se convirtió en el brazo armado del Partido Comunista de España (reconstituido). Expulsado en 1977 tras participar en varias acciones terroristas en las que falleció un policía, Moa logró salir bien parado gracias a la amnistía de 1983 que permitió su reinsercción. Su porterios giro ideológico hacia líneas muy conservadoras lo ha convertido en uno de los escritores más leídos en los últimos tiempos, pero también su posición es entendida por la izquierda más radical como simple afán de protagonismo.Lo cierto es que astilleros como Vulcano o Ascón vieron nacer a las facciones comunistas más radicales que protagonizarían un rosario de atentados por toda la geografía nacional. El juicio celebrado esta semana en la Audiencia Nacional por el asalto a un furgón blindado en Vigo en el que murieron dos vigilantes ha puesto de manifiesto que algunos de sus históricos líderes han dejado de pertenecer a la banda. Fernando Silva Sande (Carnota -A Coruña-, 1954), sin duda el grapo con el curriculum más sangriento, fue públicamente repudiado por sus ex camaradas en la vista oral. Los testimonios de Marcos Martín Ponce, Mónica Refojos y Manuel Martínez Pérez, Arenas, dejan claro que el hombre más escurridizos de cuantos haya tenido la banda, también acostumbraba a ir por libre. «La masacre de Vigo», como la denominó Ponce ante el tribunal, supuso su expulsión, pero éste no anunciaría su salida hasta hace unos meses cuando en otro juicio aseguró que ya no pertenecía a los Grapo. Con 41 causas abiertas en la Audiencia Nacional, de las que se han derivado cinco condenas que suman un total de 158 años de cárcel, Silva Sande se desvinculó el pasado mes de diciembre de la banda. «Hay que tener bastante fanatismo y ser bastante cretino para militar ahí. No soy inocente, porque he sido lo bastante gilipollas para militar en una organización terrorista», espetó al tribunal. Galicia continúa estrechamente ligada a la evolución de los Grapo y un total de 13 de los cerca de 50 presos de la banda son gallegos. Desde el propio Sande hasta los hermanos coruñeses Cela Seoane o la misma Mónica Refojos cumplen condenas en cárceles españolas.
Un atraco que se convirtió en una masacre
El atraco cometido sobre un furgón blindado de Prosegur el 8 de mayo de 2000 empezó mal y acabó peor. De los interrogatorios extraídos en el juicio a los supuestos autores se deduce que el comando tenía pocas posibilidades de tener éxito. La actitud del líder, Fernando Silva Sande, descrita por su ex camaradas indica que se cometieron numerosos errores y constantes excesos. Los grapos procesados acusaron a su ex jefe de violar a una de las integrantes de la célula, Esther Ilarraz, quien en aquel momento era novia de otro de los grapos más temidos, Israel Torralba.
La pareja se alojó con documentación falsa en un inmueble alquilado de la calle Romil a principios de febrero y durante tres meses estudiaron la ruta que realizaba el furgón. Los preparativos concluyeron que aquel día del mes de mayo el vehículo de seguridad transportaría 390 millones de pesetas a primera hora de la mañana hasta la sede del Banco de España en Pontevedra.
La intención, según relató el escrito de la Fiscalía, era detener el blindado en la Carretera Provincial, a la altura de la 3ª Travesía de A Salgueira, pero nada salió bien. Uno de los artefactos caseros tipo lapa no llegó a explotar y los otros tres no consiguieron parar el furgón hasta cien metros después del lugar indicado. Los vigilantes pudieron salir y enfrentarse a los asaltantes convirtiéndose la calle en una sangrienta batalla. Iván Salgado, técnico sanitario por aquel entonces, estaba a punto de acabar su turno y se encontraba en una ambulancia parada en la gasolinera de Praza de España. «Escuchamos un ruido tremendo. En un principio pensamos en un accidente de tráfico y bajamos por el túnel. Al salir a Gran Vía la gente que estaba por la calle ya nos hacía señales, así que entramos por la Carretera Provincial y cuando llegamos nos encontramos a tiros a los vigilantes y a los atracadores», explica el joven que aún asegura sentirse impactado por lo que allí vio. «Nos quedamos en el coche y vimos a varios encapuchados con pistolas, no sé si se tapaban con bufandas o pasamontañas. A los pocos minutos llegó la Policía», añade Iván antes de asegurar que «todo eran sirenas, humo, polvo, tiros, gente corriendo hacia todos los lados… como una película, impresionante. Nos pusimos muy nerviosos, no quiero volver a verme en una de esas en mi vida».
Jesús Sobral y Gonzalo Torres caían abatidos por los disparos de escopeta de Silva Sande, según los testimonios del resto de procesados que lo calificaron como un cowboy, mientras que Manuel Espada lograba refugiarse en la parte trasera del vehículo y herir a Martín Ponce. La resistencia del vigilante impidió que el comando se apropiase del dinero y todo el botín que pudieron llevarse fueron tres sacas con monedas y un balazo.
Días después un comunicado enviado a algunos periódicos de la ciudad reivindicaba la operación y confirmaba que había sido un asalto fallido. Ese mes de septiembre volvían a actuar en Vigo colocando un artefacto explosivo en una Empresa de Trabajo Temporal (ETT) de la céntrica calle Urzaiz, aunque en esta ocasión la acción se perpetraba durante la noche y nadie resultaba herido.
Fernando Silva Sande fue expulsado de los Grapo y cayó en la operación policial llevada a cabo en París en aquel otoño de 2000. Desde entonces todos los miembros del comando fueron arrestados de forma escalonada hasta sentarse en el banquillo diez años después del atentado.
Publicación original en Xornal de Galicia en enero de 2010.