Conchita Martín, conocida como Connie, dice ser de Vigo y nació probablemente en el año 1.945, emigró a los Estados Unidos a los 18 años, trabajó en el Consulado español de Nueva York, se casó con un italoamericano y se divorció en 1.974, cuando comenzó su activismo.
Comenzó su lucha, reclamando justicia por el trato recibió en su divorcio, cuando perdió su casa, su trabajo y su hija, transformó su lucha contra el sistema legal norteamericano por su denuncia permanente contra el gobierno y terminó siendo una pacifista que reclama el desarme nuclear y el fin de las guerras.
Sobrevive vendiendo piedras pintadas y de las aportaciones de simpatizantes y turistas, a medio camino entre la cordura y la locura controlada por su deseo de denuncia permanente contra la guerra y la contaminación del planeta.
En 2004, Michael Moore incluyó imágenes de Conchita en un documental titulado Fahrenheit 9/11 en el que se analiza las razones y consecuencias del atentado de las torres gemelas y la Guerra de Irak.
En YouTube se pueden ver algunas entrevistas y reseñas, de esta viguesa, que es la manifestante más persistente del planeta. (ver enlace)
Numerosos periódicos y medios de distintos lugares del planeta, le han dedicado artículos y reseñas sin que nada haya cambiado su vida, que consiste única y exclusivamente, en protestar con su presencia ante la Casa Blanca.
Su vida es la lucha por la paz
El Ministerio de Asuntos Exteriores de España, se ha desentendido de Conchita, alegando que ha perdido la nacionalidad española, un escusa tan peregrina como otra cualquiera, para no verse empañados por tan incómodo personaje.
El pacifista William Thomas (muerto en 2009), inició a Conchita en su lucha pacifista, a su muerte, la viuda de Thomas, donó a Conchita una casa cerca del Parque Lafayette, conocida como la «Casa de la Paz», lugar de encuentro para pacifistas de todo el mundo, a pesar de ello, Conchita permanece «acampada» noche y día frente a la Casa Blanca, en la ya conocida como «Carpa Blanca» .
Varias organizaciones han solicitado la construcción de un monumento a la paz, en el lugar en el que mantiene su protesta permanente, pero nadie se ha dignado en crear un comité para que le concedan el Premio Nobel de la Paz.
Aunque pensándolo bien, al haber sido concedido de forma inmerecida tantas veces, mejor será hacerle un monumento para recordarla.
Conchita, que ronda los 70 años, se encuentra muy envejecida y deteriorada por el paso de los años expuesta a todo tipo de inclemencias y sobre todo, ante la sordera y la pasividad de un mundo indiferente carente de compasión.
No estaría de más que sus paisanos, tuvieran un gesto solidario antes de que se la lleve La Parca, haciendo desaparecer de las cercanías de la Casa Blanca a una vecina tozuda e incómoda en lucha permanente por la Paz.