En el cámping Ría de Arousa, en Ribeira, reina la tranquilidad tras una noche de agosto que muchos recordarán como la más oscura, a pesar de que aún era de día. El humo, proveniente del incendio que se inició en Cures (Boiro) obligó el viernes a desalojar a 700 campistas, que abandonaron el lugar pensando que lo perdían todo. Desafortunadamente, así fue para algunos.
Ahora toca hacer balance de los daños. El cámping cuenta con 107.000 metros cuadrados, de los que se quemaron por completo 700. En las parcelas arrasadas todavía pueden verse los restos de objetos y los materiales de hasta ocho caravanas que fueron devoradas por el fuego.
El resto es un vergel, un oasis en medio de la desolación. Sin embargo, fuera de sus lindes, para cualquier lado al que se mire es todo negro. Los brigadistas aún vigilan y refrescan las zonas de un incendio que ha quedado estabilizado a las 12:28 horas de este lunes, tras calcinar 2.200 hectáreas.
«Todo fue muy rápido»
Sebastián, de Vigo, viene «desde hace muchos años» con su familia a pasar unos días al cámping. Dice a Efe que «todo fue muy rápido»: «A las 8 de la tarde parecía que había caído la noche de la cantidad de humo que había. A los 10 o 15 minutos vino la Guardia Civil y nos dijo que nos teníamos que preparar y desalojamos rápidamente», afirma.
Con el fuego a lo lejos, las hojas de los árboles, chamuscadas, cayendo al suelo y prácticamente con lo puesto, los campistas huyeron, dejando atrás sus pertenencias: «Pensábamos que lo perdíamos todo. Caravanas, tiendas, todo«, señala el joven.
Alberto, también de Vigo, confiesa que vivió todo con «bastante miedo»: «Conocíamos la existencia del incendio, pero al principio nos habían dicho que no iba a llegar hasta aquí. El primer día parecía que avanzaba hacia el otro lado, pero luego se generó muchísimo más viento y el fuego vino hasta el cámping. Un amigo subió al monte y vio que las llamas estaban muy cerca y nos avisó de que teníamos que irnos», relata.
«Costaba respirar»
Asegura que con tanto humo «costaba incluso respirar». Aunque sabía que no había daños personales, desconocía en aquel momento si habían perdido todas sus pertenencias. Él tuvo suerte. Las parcelas que ardieron por completo se situaban a escasos cinco metros de la suya, que solo sufrió algunos agujeros en las tiendas de campaña.
«Muchos de nuestros amigos se quedaron sin sus caravanas y las cosas que tenían ahí. Nosotros tuvimos suerte. Nuestra tienda tiene algunos agujeros, pero somos unos afortunados», afirma.
Alberto, como muchos otros, se resiste a marcharse y se quedará en el cámping hasta mediados de mes. Muchos de los campistas son clientes habituales y continúan haciendo vida normal, pues no quieren renunciar a sus vacaciones.
«El cámping nos gusta mucho, hace muchos años que venimos y nos quedaremos unos diez días. Es una pena que no cuiden todo lo bueno que tiene Galicia», cuenta otro campista, que espera que se pueda atrapar y castigar a la gente que «por intereses económicos o lo que sea» incendian los montes.
Valoraciones de daños
El director gerente del Cámping Ría de Arosa, Manuel Domingo Rodríguez, ha explicado a Efe que los técnicos han comenzado a hacer las «valoraciones pertinentes», para comprobar lo que perdió cada familia. En cuanto a los daños materiales del propio cámping, se prevé que mañana una empresa limpie la zona, para dejarlo en condiciones «reutilizables».
Una de las afectadas no suelta el teléfono. Dice estar «agotada», tras el «gran susto», que, por suerte, no desencadenó en daños personales. Sin embargo, lo perdió todo, pues su parcela «ardió entera».
Precedentes
No es la primera vez que el cámping Ría de Arosa tiene que luchar contra el fuego. Ya en 2006 las llamas se acercaron a sus instalaciones y en 2016, de nuevo, un importante incendio que se originó en Porto do Son hizo peligrar la apacible vida del lugar.
«Para lo que pudo ser no fue nada», comenta el gerente, que añade que a partir del incendio de 2016, se hizo acopio de una pequeña infraestructura de salvamento, con una motobomba que «salvó mucho la situación».
En 13 minutos, las casi 800 personas que estaban el viernes disfrutando de sus vacaciones fueron desalojadas «de forma tranquila, pero fluida». Unas 300 fueron alojadas en el pabellón de A Fieiteira, en Palmeira. Otros se buscaron la vida por sí mismos, porque contaban con esa posibilidad.
Curiosa efeméride
En este sentido, el propietario de las instalaciones señala una curiosa efeméride: «Este incendio y el del año 2016 fueron creados el mismo día, el 5 de agosto. Yo no sé qué similitud puede tener esa congruencia de hechos, pero yo creo que esto es provocado 100 %», afirma.
Según dice, siempre esperan a que haya sequía y a que venga un viento fuerte. Además, también lo hacen «a partir de las 7 de la tarde, cuando los aviones ya no pueden operar», porque así durante la noche el fuego se va propagando.
El gerente apunta a las mancomunidades de montes, donde «hay muchos puestos de trabajo» y a los departamentos de Medio Rural y Medio Ambiente de la Xunta, que deberían saber cómo solucionar este asunto para que año tras año no arda Galicia.
«Hay una ley que dice que en todo el perímetro del cámping tiene que haber 50 metros totalmente limpios. Nadie hace caso de esa orden. Ni el ayuntamiento, ni la comunidad de montes. Lo poco que se hace lo hago yo», argumenta.
Preocupación por la ceniza
Ahora, muestra su preocupación por la ceniza, que terminará por caer sobre la ría, con las consecuencias medioambientales y económicas que tendrá para una zona tradicional de marisqueo.
En este sentido, el alcalde de Ribeira, Manuel Ruiz Rivas, ha señalado que todos los regidores de los municipios del Barbanza están en contacto con el conselleiro de Medio Rural, José González, para evaluar las consecuencias que pudieran tener las cenizas de cara a la ría.
Además, ha declarado que desde la Xunta se han comprometido con una «recuperación integral» de todo el territorio, tras un balance que Ruiz considera «positivo» para lo que se podía esperar.
«En muy pocas horas, en un momento que aquí había fiestas de verano, logramos satisfacer las demandas básicas de las personas desalojadas», comenta el alcalde, que ha alabado el trabajo de los equipos de extinción y, especialmente, de Protección Civil.
Control de los incendios
Según el alcalde, es «muy difícil» controlar este tipo de incendios y, aunque «siempre se habla de multitud de medidas preventivas», con dos meses sin lluvia y vientos del nordeste «atacando» la ladera de un monte como el de A Curota, el fuego no se puede frenar.
Desde la cima del monte, la vista es tremenda, con la niebla entrando por la ría de Arousa y las bateas al fondo. Hacia el otro lado, también es tremenda, por causa de las llamas.
Cristian Zimmer, colombiano enamorado de Galicia, abrió el pasado mes de abril un bar de tapas en el mirador de A Curota. Tras restablecer el agua en el bar y arreglar algunos destrozos causados por el incendio, volverá a abrir a partir de este martes, con la esperanza de que el monte se regenere.
«El bar forma parte del monte. Me va a tocar levantarlo de nuevo. Todos venían por el sitio en el que está», asegura Zimmer a Efe, que añade que muchos vecinos le han mostrado su apoyo a pesar de que afronta un futuro incierto.
«Zona privilegiada»
«Estamos en una zona privilegiada, aquí llueve mucho. Esperemos que dentro de poco se restablezca todo», añade el hostelero, que lejos de resignarse, decide «pasar página» y seguir hacia delante.
Aunque el alcalde de Ribeira no se aventura a decir que el fuego fue intencionado, señala que «si se trata de jugar a la quiniela, en el 80 % de los casos se juega a una».
«Hay una actividad incendiaria importante en los días de nordés y en determinadas zonas, que saben que van a arrastrar el fuego hacia otras. Aquí la experiencia nos dice que el fuego provocado es lo más común», zanja.