Un equipo de científicos del CSIC, que investiga desde hace dos décadas la ecología de las larvas de pulpos en libertad en Galicia, está a un paso de desvelar las múltiples incógnitas que hay detrás del ciclo de vida de estos cefalópodos con el objetivo de allanar el camino para su cultivo en cautividad.
La investigación, que se enmarca dentro del proyecto Ecosuma, busca comprender el ciclo de vida en libertad de estas criaturas para hacer la cría de pulpo en cautiverio más ecológica y sostenible.
Para conseguirlo, un grupo de biólogos del Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC) ha liberado a 22 pulpos en las aguas vírgenes de las Islas Cíes en Vigo, un hábitat marino único y de una enorme riqueza de flora y fauna, que fue declarado parque natural en 1980.
“Soltamos los primeros dos pulpos en una fase previa y luego otros 20 y lo que analizaremos son las migraciones y los movimientos de estos animales dentro del parque nacional de las Islas Cíes Atlánticas, donde llevamos trabajando desde el año 2000”, cuenta a EFE Ángel González, investigador científico del Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC).
Grabaciones de vídeo
“Hemos elegido las Cíes porque es un laboratorio natural, todas las condiciones se cumplen para poder estudiar estos animales, no solamente pulpos, sino también chocos, calamares y otros cefalópodos; y por la importancia que tiene desde el punto de vista bioecológico en todos los ámbitos, y es por eso que llevamos monitorizándolas casi 20 años”, añade.
En los últimos años, los científicos del CSIC han intentado recabar información sobre la vida de los pulpos en su hábitat natural mediante grabaciones de vídeo submarinas, pero este nuevo enfoque, que utiliza marcadores acústicos, les permitirá monitorizar a estos animales durante un período de tiempo más largo y, previsiblemente, arrojará información más detallada sobre su estilo de vida.
“Estos marcadores acústicos emiten señales que pueden ser recogidas en diferentes receptores durante un periodo temporal mucho más largo y nos van a dar mucha más información que en una inmersión que puede ser de unas dos o tres horas”, explica González.
Primeros resultados en verano
Los primeros resultados se esperan para finales de verano y con ellos los biólogos van a obtener información que les permita un cultivo ecológico de la especie basado en sus condiciones naturales de vida. «Es la primera vez que se hace un experimento de estas características en el mundo y nos va a brindar una información muy valiosa», agrega el experto.
El aumento de la demanda de la carne de pulpo para consumo humano está detrás de la carrera por conseguir la fórmula del cultivo de estos cefalópodos.
Según un artículo publicado en Seafood Source en 2020, la producción global de pulpos en las últimas tres décadas “indica un aumento relativamente constante en la captura”, que llega prácticamente a duplicarse, de 179.042 toneladas en el año 1980 a 355.239 toneladas en 2014.
Caso complejo
Mientras que muchos otros animales marinos se crían en cautividad desde hace décadas, el caso de los pulpos ha sido especialmente complejo hasta ahora, debido principalmente al misterio que rodea a su ciclo de vida biológico.
Hasta la fecha, los principales problemas al criar cefalópodos en cautiverio han tenido que ver con la dificultad de mantener con vida a las crías y también con la necesidad de hallar una alimentación adecuada durante su fase de maduración, así como de establecer las condiciones óptimas del hábitat artificial.
“El conocimiento que tenemos de los pulpos en la acuicultura es necesario para entender mejor cómo viven los animales en libertad. Hay muchos aspectos del ciclo de vida del pulpo en libertad que son imposibles de conocer, pero tener animales en los tanques en el laboratorio te permite conocer esos aspectos de la biología que luego nos ayudan a entender mejor la especie y a conservarla mejor”, cuenta el biólogo marino Álvaro Roura.
«Traviesos»
Roura, que ha sido testigo de todo tipo de experiencias y anécdotas durante el proceso de cría de estos animales, asegura que el adjetivo más adecuado para describirlos es, sin duda, “traviesos”.
“La verdad es que son muy interactivos, y se podría decir que bastante traviesos. Por ejemplo, lo de que salgan del acuario y que se vayan a dar un paseo por el laboratorio es bastante habitual o que dentro del propio tanque metan un brazo dentro de una cañería y te inunden el laboratorio”.
“Si no les gusta la persona que tiene delante, bien por ser demasiado grande o por no llevar el peinado adecuado, le envían chorros de agua como si fuesen francotiradores”, concluye Roura con una sonrisa.