“09h: ¡Buenos y soleados días! Tenemos por delante un fin de semana de Sol y calor, que arranca con viento suave, 14º en el aire y 17º en el mar. La temperatura irá subiendo hasta los 26º y aunque habrá viento del norte, será un buen día para acercarse hasta la playa. ¡Disfrutad de este sábado!”.
Así anuncian todos los días, desde hace más de dos años, las condiciones meteorológicas a todos los vigueses. Es Torallamar, tal y como se denominan en las redes sociales, y ya se han convertido en un referente para conocer cuál es el estado del mar y, sobre todo, su temperatura.
Jose González, oceanógrafo, es el encargado de trasladar la cara más amable y social de los investigadores que trabajan a diario en la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat). Twitter y Facebook son las dos herramientas principales que utiliza tres veces al día para contar a miles de vecinos de la comarca los datos que aporta la estación meteorológica ubicada en el pantalán que se encuentra frente a la playa de O Vao.
Pero en la privilegiada isla viguesa existe un mundo todavía desconocido para muchos vigueses. En los cinco módulos que se construyeron en 2006 bajo la torre de Toralla trabaja un equipo fijo de 12 personas, aunque en realidad pueden encontrarse hasta 200 investigadores que “se pelean” por obtener permiso para desarrollar sus proyectos en esta perla oceanográfica de las Rías Baixas.
VIGOÉ saluda todas las mañanas a sus lectores a través de Torallamar. Pocas formas mejores que ofrecer sus datos y sus imágenes, tanto las que se toman desde la webcam de O Vao como las del muelle de Canido o las que Jose se encarga de captar con su propia cámara. A través de Twitter contactamos con ellos y esta semana nos abrieron sus puertas de par en par.
Jesús Troncoso (en la imagen de la derecha) es el director de la Ecimat desde el pasado mes de octubre. Ocupa el único despacho que existe en la estación, puesto que el resto son todos espacios comunes con laboratorios, salas de muestras, cultivos, tanques, un pañol con los equipos de buceo… «Se me acaban de morir unas zamburiñas, todavía huelo», asegura antes de explicar cómo funciona el equipo que dirige. “El ‘staff’ contratado es de solo doce personas, el resto son estudiantes que desarrollan sus proyectos para el doctorado o post-doctorados”, explica.
El secreto de que hasta 200 investigadores intenten hacerse un hueco es que disponen de agua de la Ría de Vigo de forma continua y directa, un “tesoro” que se encuentra demasiado lejos del Campus de As Lagoas-Marcosende de la Universidad de Vigo. “La gran ventaja es que cada laboratorio está adaptado para recoger agua de mar”, añade Troncoso. Las investigaciones son multudisciplinares, desde química a física, pasando por geología, batimetría, sedimentos…
Pero la Ecimat no está solo a disposición de la comunidad universitaria sino que también instituciones públicas o privadas puedes utilizar estas instalaciones. Cultivos marinos, Medio Marino y Calidad Ambiental son las tres unidades con las que cuentan y que todos comparten.
Observación
Antes de desplazarnos con Jose González (foto de la izquierda) al pantalán de Toralla en el que recogen todos los datos de agua y ambiente, también nos aclaran un error cometido desde las páginas de VIGOÉ, puesto que hace tan solo unas semanas atribuíamos un percance con una embarcación en Samil a investigadores de la Ecimat. “Era una neumática que recogía muestras para la instalación del emisario submarino, pero a raíz de aquello somos nosotros los que nos encargamos”, explica el responsable de las embarcaciones.
A solo unos metros de las instalaciones, los investigadores disponen de un embarcadero que utilizan no solo para acceder a la lancha desde la que realizan muestreos por la Ría, sino que también tienen un equipo completo para recoger datos en tiempo real. Un ordenador ofrece la temperatura del agua, salinidad, concentración de oxígeno y corrientimetría, pero también la intensidad de la luz, viento, temperatura y humedad relativa.
“Los sensores se encuentran a un metro de la superficie para ofrecer un dato más real del agua, puesto que si calienta el sol la capa más alta puede tener hasta 1,5 grados más de temperatura”, aclara Jose. Las cifras que ofrecen son prácticamente idénticas a las que se pueden encontrar los bañistas en O Vao. “Nos gustaría tener otro punto de observación en Samil, no tiene mucho coste y esperemos que sea posible”, dice esperanzado.
Los registros históricos de Torallamar indican que el agua de la Ría de Vigo puede alcanzar una temperatura máxima de 21,5 grados y mínima de 11 grados, aunque la media es de 17/18 grados en verano y de 12/13 en invierno. “En invierno varía poco, un grado de oscilación, mientras que en verano puede cambiar de 2 a 3 grados. Depende mucho de las mareas y de los vientos, cuando hay norte el agua está mucho más fría, mientras que en verano, aunque dominan los vientos del norte, con vientos del sur ocurre lo contrario y el agua superficial se calienta”, señala Jose González.
Ya de regreso a las instalaciones modulares, podemos visitar el laboratorio en el que dos investigadores observan un bogavanete en su pantalla. «Este tiene unas semanas», asegura uno de ellos mientras lo coloca en el microscopio para poder verlo en el ordenador y apuntar los registros. En la sala de microcultivos es necesario desinfectar las suelas de los zapatos, mientras que en otra estancia, donde se estudian diferentes especies, nos podemos encontrar desde almejas y berberechos a algas como la temida japónica o la lechuga de mar. «¿Sabes qué esto?», nos pregunta Jesús Troncoso. «Es una Phalusia, un organismo muy parecido a notrosos», señala con la piña de mar en su mano. Al fondo, el enorme ventanal muestra una panorámica única de las Illas Cíes, la joya de las Rías Baixas.