Se cumplen cien años de un desastre natural que arrasó el puerto de Vigo. Porque el 16 de enero de 1922, hace ahora un siglo, una potente galerna con vientos huracanados del noroeste destrozó los muelles y destruyó las grúas portuarias, provocó el hundimiento de varios barcos y se saldó al menos con cinco muertos, entre ellos una mujer electrocutada y tres marineros de Bouzas que intentaron sin éxito salvar su pesquero del naufragio. En todos los municipios de la ría la devastación fue enorme.
El potente temporal comenzó a desatarse en la medianoche del lunes 16 de enero y la violencia del viento se prolongó durante unas veinticuatro horas. Dos buques mercantes que se hallaban fondeados en la ría rompieron sus amarras. Uno se estrelló contra el muelle comercial, situado al final de la calle Colón, la antigua calle Ramal, bautizada con el nombre del navegante en 1892.
El otro colisionó contra el antiguo muelle de O Berbés, frente a la batería de A Laxe. Ambas estructuras quedaron destrozadas. “Vigo, sin muelles y sin grúas ante el desastre”, tituló el Faro de Vigo su crónica, tras abrir la primera página a toda plana: “Después de la galerna”. “Las pérdidas son incalculables. Los daños son enormes. En todos los rostros se reflejaba el gran dolor que causa ver tanto destrozo”, narraba el periodista.
De los cinco muertos, una mujer viguesa pereció electrocutada en extrañas circunstancias. En Bouzas, tres marineros se ahogaron en su embarcación delante del mismo muelle. “Por no haber podido tomar tierra a tiempo, naufragó un gamela patroneada por Amando Suárez, de 50 años, y en la que iban como tripulantes su hijo Antonio, de 11 años, y Manuel Villa Collazo, de 15”, cuenta el periódico: “Ayer el mar arrojó los tres cadáveres a la playa, desarrollándose dramáticas escenas”. Varios buques más se hundieron y, todavía en la mañana del día 18 de enero, se buscaban barcos de pesca que simplemente habían “desaparecido”.
Un quinto muerto fue un botero llamado Rogelio, que desembarcó a unos niños en el muelle vigués cuando ya arreciaba el temporal… minutos más tarde, su barca estaba con la quilla hacia arriba y todavía el 19 de enero seguían buscando su cuerpo. El lazareto de San Simón también sufrió graves daños y naufragaron también embarcaciones frente a Redondela.
En el Diario de Pontevedra, leemos que el tren nocturno que comunicaba con Madrid tuvo que parar, ante el riesgo de descarrilamiento y el servicio ferroviario permaneció cortado varios días. Una gasolinera, la de ‘Farruco’, quedó destrozada. Además, en el puerto de Marín se hundieron varios buques. Otro tanto sucedió en puertos de la ría de Vigo como Baiona y Cangas, donde también naufragaron algunos pesqueros. En Tui, se hundió la casa del sargento de carabineros José Ramírez y una niña quedó atrapada bajo los escombros de la chimenea, “causándose lesiones tan graves que se teme un fatal desenlace”. Todo ello apunta a que las víctimas mortales pudieron ser más de las cinco inicialmente anunciadas.
Las pérdidas materiales se estimaron en más de 12 millones de pesetas, una fortuna para la época, mientras que quedaba inoperativo el puerto vigués, sin sus dos muelles y sin grúas, por lo que de inmediato se reclamó al Gobierno la reparación de las dársenas. En ese momento, por fortuna, el responsable del puerto era el ingeniero Eduardo Cabello, que proyectó un gran desarrollo de las infraestructuras del litoral. Así, ese mismo año, el 2 de noviembre de 1922, se dio orden urgente para reformar la totalidad del muelle del Areal, mientras comenzaba la reparación del muelle trasversal, que ya estaba seriamente dañado desde 1915, cuando se desmoronó días antes de ser inaugurado.
Con ello, se atendían las reclamaciones de los vigueses, que llevaban años alertando de que podría ocurrir algo semejante, ya que los muelles eran anticuados e inseguros. “Parece que la naturaleza, que nos coloca en situación privilegiada, quiso en un momento de indignación dar un fuerte aldabonazo al poder Central para que atendiese por fin lo que no quiso oír, desatendiendo las justas reclamaciones de este laborioso pueblo”, editorializaba Faro de Vigo en días sucesivos ante la catástrofe.
Sucedió hace ahora un siglo, cuando Vigo perdía su poderoso puerto, arrasado por la monstruosa galerna del 16 de enero de 1922.
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