En el peor de los casos, para el mismo fin también servirá la silla de una cafetería o el baño de una gasolinera en medio de una meseta desangelada. Mientras tanto, el resto de la familia se marchará para disfrutar de las vacaciones sin estorbos, quizá, eso sí, con un peso en la conciencia como parte del equipaje. Está claro que no debe existir el perdón para este acto injustificable que se repite todos los años. Pero las víctimas no sólo son los ancianos, sino también las mascotas, principalmente los perros. De cachorros, cuando llegan a casa son casi un juguete, pero en realidad son seres vivos que dan alegrías, pero que también van creciendo y requiriendo atención y cuidados, que necesitan su propio espacio y la dedicación de sus dueños. Y muchas personas que descubren esa realidad demasiado tarde, en vez de asumir la responsabilidad que les corresponde, prefieren optar por el abandono para eliminar lo que entonces ya es un estorbo que impide entrar en muchos establecimientos públicos y en muchos transportes. Y así es, que el perro se queda en tierra, abandonado con los carritos de las maletas. Pero imaginamos que este no habrá sido el caso del que aparece en la fotografía, que espera tranquilo y confiado mientras su dueño resuelve las gestiones del billete.