Durante muchos años constituyó una auténtica atracción para las familias viguesas, que acudían los domingos para comer en los bares de las inmediaciones y pasear por una pista que estaba sin vallar y que servía, además, para que los niños anduvieran en bicicleta o para las primeras prácticas de conducir al margen de las autoescuelas, con el seiscientos de algún amigo o familiar. Peinador era, en aquel entonces, un aeropuerto familiar que sólo operaba uno o dos días a la semana enlazando con sus vuelos las ciudades de Madrid o Barcelona. Pero la demanda de vuelos fue motivando su crecimiento, un crecimiento muchas veces ralentizado por numerosos impedimentos de tipo político y también por intereses de competencia con el aeropuerto de Lavacolla, en Santiago de Compostela, con el de Alvedro, en A Coruña, y con el de Sá Carneiro, en Oporto.
El bloqueo del aeropuerto de Peinador ha continuado durante años, hasta que el equipo municipal actual, con el alcalde Abel Caballero esgrimiendo abiertamente la necesaria defensa de los intereses de la ciudad de Vigo, ha tomado el asunto como una necesidad prioritaria. De este modo, con las instalaciones actuales y luego de las gestiones municipales llevadas a cabo, Peinador ya comienza a competir con el de Oporto y con el de Santiago de Compostela, sin que sea competencia el de A Coruña.
Y quien haya vivido aquellas tardes de domingo paseando por su pista, y recuerde aquella pequeña terminal con una torre de control que no se elevaba mucho más que una vivienda unifamiliar, quedará gratamente sorprendido con unas edificaciones modernas y con una enorme torre de control que cuenta con una tecnología de control aeronáutico adecuada para un tráfico aéreo que ya preocupa a sus principales competidores.