Mostramos la imagen de una aldaba, de lo que también se conocía como petador o llamador. Muchas personas casi no llegaron a conocer este tipo de artilugio, aunque todavía quedan algunos igual de artísticos que el que muestra la fotografía.
Incluso los había con forma de manos y de caras y algunos muy simpáticos con forma fálica algo disimulada —había uno así en la calle Pi y Margall de Vigo—. Algunos han sido robados, seguramente para vender como chatarra, y muchos otros desmontados para dar paso a la comodidad de los timbres, primero, y luego a los porteros electrónicos y a los videoporteros, que nos ofrecen mayor seguridad porque permiten ver quién llama, aunque luego siempre hay algún vecino que abre a todo el mundo indiscriminadamente. A este hilo, también es conveniente recordar que hubo épocas en las que las puertas no se cerraban con llave porque todo el mundo se conocía y los robos en las casas eran mínimos, quizá porque entonces había poco que robar, o porque la ley era dura e implacable.