Normalmente los pájaros y las palomas coexisten con relativo pacifismo, siempre y cuando no esté la comida en juego. Igual pasa con algunos seres humanos, que se respetan mientras los intereses personales no se enfrenten con los de los demás. Lo que se concluye de esta escena fortuita es la necesidad imperiosa de respetar y compartir, de hacer la vida más fácil para todos en unos tiempos en los que el hambre y la violencia golpea con fuerza a la población de muchos países, mientras en el otro lado del mundo las gentes hacen oídos sordos y se comportan como hienas enfurecidas o siquiera indiferentes defendiendo su tajada por miedo a perderla.