En 1670, el monje benedictino Dom Pérignon revolucionaba el método ‘champegnoise’, con la doble fermentación en botella que llevó al vino espumoso de la región de la Champaña a convertirse en “el vino de la civilización”. Dos siglos y medio más tarde, aquella técnica llegaba a Galicia y triunfaba en el Val Miñor, en una pequeña bodega de A Ramallosa que, en los años veinte del siglo XX, lanzó el champán Galicia, que comenzó a publicitarse como la bebida de la gente elegante.
Encontramos varios reportajes sobre la bodega en la revista Vida Gallega, donde a finales de 1922 se hace una amplia cobertura gráfica de las instalaciones, situadas a tiro de piedra de la ciudad de Vigo. El honor de la creación de aquel vino espumoso lo tuvo la firma Manuel Costas y Compañía, fundada en 1919 y fue producto de la asociación de Bautista López Valeiras y Manuel Costas. El primero de ellos, regentaba desde principios de siglo la Vinícola Gallega y era miembro de una destacada familia de productores y comerciantes de vino y conservas. El segundo era un viticultor de A Ramallosa (Nigrán).
Encontramos un primer anuncio en el Catálogo de Vigo que editaba José Cao Moure, con su Editorial P.P.K.O., que en 1921 lanzaba el primer número de una publicación repleta de publicidad de su época pero en la que escribían colaboradores de prestigio como el periodista Avelino Rodríguez Elías, el ingeniero Eduardo Cabello o el escritor Jaime Solá. En el almanaque, se anuncia el Gran Champán Galicia, producido en las Cavas del Valle Miñor, en A Ramallosa, que está a la venta “en restoranes, hoteles y ultramarinos” y que “compite con las mejores marcas extranjeras”.
La botella del champán de Costas y Cía tenía un elegante diseño y una austera etiqueta con un blasón de apariencia muy noble, en el que aparecía el puente de A Ramallosa, ramas de laurel y una corona real muy historiada. La cuestión era presumir, como también hacían tradicionalmente las grandes marcas como Moët Chandon, Krug o Veuve Clicquot. Los vinateros del Val Miñor no querían quedarse atrás.
Vinícola Gallega había sido fundada en 1891 en Vigo por un comerciante, Francisco Molíns, y un farmacéutico, Rodrigo Rodríguez, ambos vigueses, según cuenta el historiador Xoán Carmona Badía. Más tarde, la empresa pasaría a propiedad de los hermanos ourensanos López Valeiras, que se embarcarían en grandes proyectos como el de exportar los vinos gallegos hacia América, donde la nutrida comunidad emigrante podía darse el capricho, de vez en cuando, de remojar su morriña con los blancos y tintos da nosa terra.
Sin embargo, el Gran Champán Galicia fue una breve aventura, que no logró conquistar el mercado, pese al despliegue publicitario. En Vida Gallega aparece fotografiada hasta Laurita Costas, hija del fundador, que posa frente a la bodega presumiendo de los predios de su progenitor. Pero cinco años después, en 1925, la bodega echaba el cierre, coincidiendo con la enfermedad de uno de los socios.
Otro espumoso desde O Ribeiro, el Champagne Gulías, sobreviviría una década más, después de haber sido fundado por los hermanos ourensanos Julio y Daniel Vázquez Gulías, que aprendieron las técnicas del Método Champenoise en París. Entre su distinguida clientela estaban el Hotel Palace de Madrid o el Hotel Washington Irwing de Granada, sin olvidar la intensa exportación hacia Buenos Aires y La Habana.
Sin embargo, el Gran Champán Galicia tuvo menos éxito, pero fue una marca pionera, ahora que bien entrado el siglo XXI existen varias bodegas gallegas que comercializan vinos espumosos de calidad y ya se abren un hueco en este mercado. Pero todo comenzó con aquel espumoso gallego de hace un siglo que presumía en su etiqueta del puente de A Ramallosa.