No se llamaba ‘Filomena’, porque en aquel tiempo las borrascas ni siquiera tenían nombre. Sólo los grandes ciclones, como el ‘Hortensia’ de 1984, eran bautizados. Pero el 14 de enero de 1987 pasaría a la pequeña historia de Vigo como la última vez que hubo una nevada en la ciudad, con intensidad suficiente como para cubrir las calles de un manto blanco y provocar graves problemas de comunicaciones.
Aquella madrugada había sido gélida, como corresponde a muchas noches de invierno. Y, de hecho, la mañana de aquel día, que era miércoles, comenzó como cualquier otra: los vitrasas cargaron gente de aquí para allá, los coches llevaron a los vigueses a sus trabajos y los niños entraron a su hora en los colegios. Pero a las 9.15 horas comenzó algo que nadie había visto antes. Al menos desde hacía cuarenta años atrás. Y es que por las ventanas comenzaron a ser visibles gruesos de copos de nieve que comenzaron a cubrirlo todo.
“En cuanto asomaron los primeros e insólitos copos, unas inconfundibles sonrisas de felicidad y sorpresa asomaron en los rostros de los vigueses”, decía la crónica de La Voz de Galicia. Tanto entusiasmo hubo que matizarlo poco después. Las clases en colegios e institutos se suspendieron inmediatamente, para felicidad de la chavalada, que tomó las calles para disfrutar de la novedad. Pero en el campus de Marcosende, los alumnos de la universidad ya tuvieron más problemas, porque los autobuses de Vitrasa tenían dificultades para bajar a la ciudad por las carreteras nevadas. Que, para quien no lo recuerde, en los años 80 los accesos al llamado CUVI eran auténticas corredoiras llenas de curvas donde, al subir, a veces tenían que bajar los pasajeros alumnos a empujar al autobús.
Además, se suspendió el servicio de trenes y fue cerrado el aeropuerto de Vigo. Eso sí: la ciudad quedó paralizada ante el espectáculo. El observatorio de Peinador registró 4 grados bajo cero, récord histórico en el municipio para el mes de enero. Todavía no ha sido batida esta marca de 1987.
La nevada sorprendió también a los meteorólogos. Como explican en el blog MeteoVigo, “contrariamente a lo habitual, la pelota de aire más gélida de hasta -36º en altura y -10º a 850 hectopascales, alcanzó el noroeste peninsular después de cruzar el mar Cantábrico, y se canalizó hacia Galicia y norte de Portugal al paso de una borrasca atlántica, en una situación que aún hoy en día sería dificilísima de predecir y difícilmente repetible. De hecho, durante el siglo pasado tan solo se dio una situación similar en febrero de 1948”.
Además de Peinador, se cerraron los aeropuertos de Lavacolla y Alvedro. Y hubo retrasos y cancelaciones en el servicio ferroviario, porque los trenes tenían problemas para circular por media España, donde había miles de pueblos aislados en zonas de montaña. Solo en Cataluña eran 600 poblaciones, lo que demuestra que lo de Filomena tampoco es la primera vez que pasa, por mucho que en Madrid le den mucha dramatización, que para eso es la ciudad de los teatros…
En Vigo, los ciudadanos se tomaron la nevada con espíritu festivo. La gente salió a la calle y aparecieron monigotes de nieve en puntos emblemáticos de la ciudad. La suspensión de las clases duró dos días y para los chavales de hace 34 años fue un episodio memorable. Como debió de serlo también para los que vivieron la gran nevada de 1963, 24 años antes, que está considerada la mayor en la ciudad en el último siglo. También en aquella ocasión hubo carreteras cortadas y trenes cancelados. Según los datos de Meteogalicia, desde 1950 Vigo apenas se ha cubierto de blanco en cinco ocasiones. La de 1954 también se destaca en los registros, mientras que las ocurridas en 1970 y 1976 apenas se saldaron con la caída de algunos copos que no llegaron a cuajar.
Así que ver nieve en Vigo sigue siendo raro. En los últimos años, los copos sólo nos han visitado en el campus de la Universidad y en cumbres como la de O Galiñeiro, que hay que recordar que no es poca cosa. Tiene casi 700 metros de altura y en el mundo hay 57 países donde ninguna cima alcanza esa cota. Y no hace falta irse a lejanas repúblicas en islas del Pacífico. No hay montes tan altos como O Galiñeiro ni en Uruguay ni en Bélgica ni en toda Dinamarca, por poner tres ejemplos.
Por tanto, la nieve en Vigo sigue siendo un lejano recuerdo. Hace ya más de tres décadas de la última gran nevada que cuajó en la ciudad. Y, como Filomena pasó de largo, ¿quién sabe cuándo veremos la próxima?
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