Han pasado muchos años y los tiempos han cambiado. En lo alto del edificio ya no se ven las antenas de comunicaciones, ni los marinos haciendo guardia en la entrada principal. Todo esto lo desconocen quienes ahora disfrutan del entorno, lleno de cafeterías y de zonas de diversión, con los grandes edificios de oficinas de la Xunta y con la estatua del nadador de Leiro braceando sobre el cemento.