No es la primera vez que visita la ciudad atlántica —ni parece ser la última—, y la respuesta del público, una vez más, resulta amigable y generosa. Lo curioso de la fotografía, tomada desde una de las partes altas de la ciudad, es la gaviota posada en un tejado y que parece observar el barco desde la distancia, atenta a lo que pueda sacar de tajada en cualquier descuido, como es costumbre entre las de su género. Seguramente cuando el barco recogió amarras e inició la partida, esa misma gaviota lo siguió durante un tiempo a cierta distancia hasta que su instinto le dijese que no tiene sentido tanto esfuerzo para perseguir un barco que se aleja más allá de sus posibilidades. Mientras tanto, estuvo atenta a los rusos.