Aproximadamente en su mitad existe un banco colocado por el Concello para facilitar el reposo de quienes suben por la calle -suponemos que la bajada resulta menos cansina-, y en ese recorrido angosto, inclinado y algo sinuoso, apenas hay portales, sino paredes laterales de edificios con las ventanas absorbiendo la luz y dando vida con sus sonidos de barrio a un rincón que conocen muy pocas personas de Vigo, salvo los vecinos, es la Rúa de Camilo Tuche, una bajada -más bien un atajo- entre Pi y Margall y Torrecedeira.