En la ciudad de Vigo se han producido importantes tropelías urbanísticas, sobre todo, en la década de los años sesenta del pasado siglo XX, aunque algunas se llevaron a cabo mucho más tarde. Una de los últimas aberraciones urbanísticas fue la de Abrir Vigo al Mar, que resultó ser todo lo contrario. Sin contar con las joyas arquitectónicas que se destruyeron, tales como el edificio Rubira, el edificio Odeón, y un largo etcétera. Para quienes han conocido la ciudad en otros tiempos, las huellas de muchos de aquellos desmanes son perceptibles hoy en día.
La historia de la ciudad debería pasarles factura a los ediles y a los técnicos municipales que permitieron todo aquello. Como consecuencia, hoy es muy fácil encontrar edificaciones con alturas que no se armonizan con el entorno, como ocurre con algún edificio de Ronda de Don Bosco, o bajo cubiertas que sobrepasan las alturas razonables y que ocluyen la visión del mar donde antes era un conjunto diáfano, como ocurre en el mirador del Paseo de Alfonso XII. A pesar de tanto error no terminamos de aprender.
Luego de padecer las consecuencias de todo esto, hoy parece que aún se hacen cosas parecidas porque hay alguien que lo consiente, no sabemos si por sinvergüencería y ocultos intereses, o por incompetencia en su puesto de gestión. Se supone que existe una Concellería de Urbanismo para vigilar y dictar normas que protejan los intereses de toda la ciudadanía y no sólo los intereses de quien aspira a una o dos alturas más. ¿Acaso Urbanismo no trabaja para los intereses de todos los ciudadanos? Mientras tanto, disfrutemos de las buenas vistas.