En la distancia, los mástiles de los barcos de vela parecen simples palillos y las casas decoran un paisaje que parece irreal. Sin embargo, es un paisaje totalmente natural: se trata de la Ría de Vigo observada desde el Paseo de Alfonso XII, con la península de O Morrazo al fondo. Con la falta de viento los veleros se ven obligados a desplazarse a motor, los bañistas sienten el mar como una inmensa piscina de agua salada y llena de vida, y quienes no conocen esta mágica sensación pueden llegar a creer que están viviendo dentro de un documental.