Quienes peinen canas todavía recordarán aquellos caramelos artesanales de forma cónica envueltos en papel que llevaban un palito y asemejaban a los conocidos chupa-chups. Y los de fabricación industrial como “La vaca que ríe” o los pegajosos y deliciosos tofes (toffee). A mediados del siglo XX, las variedades de caramelos no eran tan numerosas como las que existen hoy en día. Se vendían caramelos en las pastelerías, en las fiestas, y en algunos establecimientos especializados.
En la ciudad de Vigo existía una caramelería en el portal del número 7 de la Rúa García Barbón, y hasta hace poco también existían dos, con fabricación propia, en la Rúa Loriga. Todas han ido desapareciendo porque en la actualidad la fabricación industrial rompe el mercado con sus precios y, sobre todo, con sus campañas de publicidad, porque, al fin y al cabo, los caramelos también entran por los ojos.
En algunas pastelerías, como en Tahona, de la Rúa do Pintor Colmeiro, todavía conservan aquellos botes de cristal donde se ordenaban los distintos tipos de caramelos y golosinas. Hoy, esos recipientes son muy buscados y valorados como elementos de decoración y de colección, son un auténtico tesoro, por lo menos para el recuerdo.