Los carnavales de Vigo van tomando cada vez más fuerza. A medida que van pasando los años, vigueses de todas las edades se animan a celebrar una fiesta popular que no siempre disfrutó de la permisividad actual. Tan solo hay que remontarse unos cuarenta años atrás para encontrarnos con unas fiestas de carnaval un poco diferentes. Por ejemplo, estaba prohibido utilizar antifaces, caretas o artilugios que impidieran la identificación de los adultos que los portaran. Los niños, en cambio, se divertían con simples caretas de cartón que vendían en los quioscos y en las papelerías. En aquella época era famosa la papelería Barrientos, en la viguesa calle del Príncipe, en lo que hoy es la entrada de unas galerías comerciales frente al museo del Marco. Pero aquel no era el único lugar donde se podían encontrar preciosas caretas de cartón que representaban a los personajes populares de los cuentos; obviamente, no existían caretas con la imagen de políticos ni tampoco personajes populares. Y los disfraces se confeccionaban en casa, combinando, sobre todo, ropas en desuso. Algunas modistas presumían —-con razón—- de su creatividad y buen hacer, y, como ejemplo, en una ocasión, un vigués llamado Jorge Valcárcel Pérez ganó el primer premio de un concurso de disfraces con un frac totalmente forrado de etiquetas comerciales cuidadosamente cosidas a mano, incluida la chistera correspondiente, también forrada, y el título era, como es lógico, «De etiqueta». Pero las prohibiciones en aquellos tiempos obligaban a que los clientes se identificaran a la entrada de algunas salas de fiestas. A pesar de todo, la gente se divertía como podía. Luego, con la llegada de la democracia, aquellas prohibiciones desaparecieron y el pueblo comenzó a dar rienda suelta a su imaginación.