El carnaval de este año de pandemia será inolvidable. Por la propia pandemia y porque las fiestas no se podrán celebrar en locales interiores, en todo caso sólo en exteriores, en las calles, pero sin aglomeraciones. A pesar de ello, es muy probable que algunas personas intenten -y quizá lo consigan- organizar fiestas privadas de carnaval en pisos y en casas, incluso con disfraces y con caretas, y sin mascarillas.
Por lo que puede verse a diario en los medios de comunicación y en las calles, hay gente para todo y el número de inconscientes es casi infinito. Entre una mayoría de personas que respeta las normas y lleva correctamente colocada la mascarilla pueden verse otras personas con la mascarilla bajo la barbilla, con la nariz al aire, o incluso sin mascarilla; y no pasa absolutamente nada, nada. Y si alguien lo recrimina lo habitual es que reciba, como mínimo, una mala contestación, porque los despistes no son habituales y quien los tiene enseguida se disculpa.
Deberían ponerse multas por estos motivos, pero será que las multas no resultan populares y se deja que sea la propia población la que controle esos comportamientos incívicos. Por lo tanto, el carnaval de este año será bastante amargo y servirá, también, para que algunas personas se salten las normas amparadas tras un disfraz.