Llamaba poderosamente la atención de todo el mundo y, sobre todo, de los más pequeños. Cuando el tranvía giraba en la curva de la calle López Mora, los ocupantes no podían evitar girar la cabeza para mirar aquella casa familiar que luego, con los años, pasaría a ser de propiedad municipal. La casa llevaba por nombre “El Pilar”, y era el escenario perfecto para albergar iniciativas vinculadas con la juventud; un acierto. Durante décadas ha sido el motor de muchas iniciativas promovidas por el Concello: locales de ensayo, ludoteca, cursos para la juventud, un puesto donde se facilitaba información diversa para los jóvenes… Incluso en los últimos años se llegaron a proponer y desarrollar huertas urbanas, todo ello con mucho éxito. Pero el Concello ha decidido poner fin a la Casa da Xuventude. Quién sabe qué será a partir de ahora de este edificio singular. Esperemos que pronto se le asigne una nueva finalidad o, mucho mejor, todavía, que se reconduzca la situación y vuelva a abrir sus puertas con el mismo personal y las mismas actividades, en una gran ciudad que no está sobrada de ayudas e iniciativas para los jóvenes.