Fue un mecenas de cine para el Real Club Celta. Porque el empresario Cesáreo González, nacido en Vigo en 1903, que hizo fortuna en la emigración en Cuba y México, apostó siempre por los celestes, el equipo de sus amores, al que apoyó tanto con dinero como con influencias en Madrid, donde regentaba Suevia Films, la gran compañía cinematográfica de la España de la posguerra. Cesáreo González fue presidente del club, más tarde Presidente de Honor, y se dice que fue clave para el fichaje de Ricardo Zamora y que incluso intentó traer al Celta a Di Stefano, gran amigo suyo, cuando con 38 años dejó el Real Madrid, finalmente para jugar en el Español.
En la temporada 1933/34, Cesáreo González accede a la presidencia del Celta, tras la renuncia de Antonio Bandeira. El productor nombra una directiva formada por Martín Barreiro, Ignacio Nandín, Amadeo G. Lombardero, Alfonso Mera, Primitivo Coca, Secundino Álvarez Enrique García Rincón y Pastor Rodríguez.
Tras este nombramiento, se celebró en Madrid la asamblea nacional de clubes, que pretendía ampliar la liga, lo que abría al Celta la posibilidad de jugar en Primera División. Para dirimir su entrada, se disputó una eliminatoria frente al Zaragoza, en la que el vencedor obtendría la nueva plaza en la máxima categoría. Los celestes se impusieron por un claro 4-2 en Balaídos y, en la vuelta, por otro meritorio 1-2, con los dos tantos de la victoria marcados por Machicha.
Escándalo
Tras cumplir en lo deportivo, sólo quedaba la ratificación por la Nacional, que estaba formada por Athletic de Bilbao, Real Madrid, Barcelona, Español, Valencia, Sevilla, Real Sociedad, Irún, Atlético de Madrid, Oviedo y Racing de Santander. Y, en uno de los más grandes escándalos que ha padecido el Celta en su historia, los clubes se desdijeron y mantuvieron una liga de 12, de la que los vigueses se quedaron fuera, pese a haber jugado el play-off señalado. Con esta enorme decepción comenzaba la presidencia de Cesáreo González, quien aportó de su bolsillo para conformar una nueva plantilla en Segunda con garantías para lograr el ascenso.
Todavía en junio de 1935, se intentó que Cesáreo González continuase como presidente, o en su defecto como directivo bajo la presidencia de Luis Legerén, pero hubo un aluvión de dimisiones por la mala situación económica del club. De nuevo en julio de 1935, se intentó convencer al empresario, pero la grave crisis no se cerró hasta que algunos jugadores perdonaron dinero que el club les adeudaba, mientras en agosto Rodrigo de la Rasilla daba un paso al frente y asumía la presidencia. Y así, en la 1935-36, se lograría el ansiado ascenso a Primera, aunque la Guerra Civil aplazaría el estreno céltico durante tres años.
En la temporada 1943/44, el Celta sólo conseguiría nueve puntos en Primera División, lo que significaría su descenso matemático como colista. La campaña anterior, los celestes habían concluido quintos en la tabla, un formidable puesto que no se tradujo en nuevas altas de socios, al punto de que aquel verano, en una asamblea en el teatro Rosalía de Castro, se hizo un llamamiento desesperado: la directiva tenía avaladas 400.000 pesetas y se necesitaban con urgencia otras 250.000 para pagar las fichas de los jugadores y afrontar incorporaciones. Finalmente, algunos socios se movilizaron y se logró reunir algún dinero, con el que por ejemplo se incorporó a una figura del futuro: Pahiño. Pero la temporada fue horrible y el Celta se volvió a asomar al abismo de la desaparición. La donación de 50.000 pesetas por el Ayuntamiento de Vigo salvó una situación desesperada.
Ascenso ante el Granada
Con nuevos ánimos, el Celta se recompuso y logró de nuevo el ascenso en la temporada 1944/45, tras ganarle la promoción al Granada. Y, bajo la presidencia de Luis Iglesias, y con las cuentas más saneadas, los socios respondieron y hubo una intensa retirada de carnés aquel verano de 1945, con los precios de las localidades para Tribuna Cubierta a 30 pesetas y para General, la más barata, a sólo 8 pesetas.
Y es aquí donde vuelve a aparecer Cesáreo González, quien en la sombra siempre apoyó al club, tanto negociando con sus amistades en Madrid como haciendo discretas aportaciones económicas. Ese verano de 1945, para celebrar el regreso del equipo a la división de honor, donó 10.000 pesetas, una fortuna para la época. La respuesta de la directiva fue instantánea y se le nombró Presidente de Honor, un hecho que fue celebrado por el celtismo, que siempre había reconocido su apoyo y pasión por los colores celestes.
Curiosamente, en el año 2020, el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, entregó al presidente del Celta, Carlos Mouriño, una placa que el club había dedicado a Cesáreo González en 1945, y que por razones desconocidas se hallaba en poder del dirigente colchonero, quizá por su relación con el mundo del cine, una de las más potentes industrias del empresario vigués. Lo cierto es que la placa en plata luce ahora en el Museo del Celta, con su rótulo que honra a “Cesáreo González, presidente de honor del club por su inagotable apoyo a la entidad», al tiempo que transmite el » testimonio de gratitud y cariño por sus continuas pruebas de amor al club y por su incondicional apoyo hacia el ‘Celtiña’ de sus amores», según se recoge el texto grabado, firmado por toda la directiva celeste de aquel año. Esta es la placa del nombramiento tras la generosa donación realizada en 1945 por Cesáreo González, un mecenas de cine.