De origen humilde emigra muy joven a Cuba donde fue vendedor ambulante y posteriormente a México, donde un tío suyo tenía un negocio de panadería y del que con el tiempo dirigiría. Ahorra un pequeño capital y vuelve a Galicia donde funda una empresa dedicada a la venta de automóviles.
Muy aficionado al fútbol y seguidor del Real Club Celta, consigue llegar a la presidencia del mismo aunque por poco tiempo. Fundó también otras empresas como una agencia de publicidad y la sala de fiestas viguesa conocida como el «Savoy». También fue propietario del magnífico Gran Hotel en la Puerta del Sol.
Aficionado al cine, después de la Guerra Civil se decide a invertir en este sector, concretamente en la producción de la película rodada en Galicia «El famoso Carballeira». A Cesáreo le gustó la experiencia y decidió meterse de lleno en la producción cinematográfica.
Su segundo proyecto fue «¡¡Polizón a bordo!!», dirigida por Florián Rey en 1941, cuyo argumento estaba relacionado con su propia aventura en la emigración. El mismo año funda su empresa Suevia Films con sede en el centro de Madrid. Hay que recordar que las películas de Suevia Films siempre comenzaban con fotogramas de la bandera de Vigo y una vista de nuestra ciudad desde el monte de la Guía.
En 1942, la revista «Primer Plano» le hace una entrevista al productor vigués y le pregunta cómo debería ser el cine español: «Creo, a mi juicio, que es realmente el cine español una verdadera promesa que estamos en condiciones de convertir muy pronto en una realidad, por contar con muchos factores a nuestro favor, siendo el principal la ayuda y protección que presta nuestro estado por medio de los organismos oficiales creados a este fin; organismos todos ellos que rivalizan en crearnos tan sólo facilidades y donde podemos entrar siempre y en cualquier momento a exponer cuantas ideas se nos pueden ocurrir en pro de nuestra cinematografía».
«Porque el capital va afliyendo sin reparos al celuloide cuando encuentra personas de trabajo y honradas en nuestro cine».
«Soy de opinión francamente revolucionaria para cuanto signifique progreso, y siendo así, creo una obligación de la productora dar paso a gente nueva; a las aspiraciones políticas de esta juventud nuestra para que con sus ideas renovadoras pueda llegar a ser el cine español esa realidad que todos anhelamos».
«Considero necesarias unas bases de trabajo de distintas categorías, que bien pagados técnicos y artistas y con el estímulo siempre de alcanzar la máxima categoría, ya que debemos ir con el paso seguro, sin volvernos locos buscando el tiempo de las vacas gordas, tras el cual podría venir un derrumbamiento muy lamentable».
«La producción debe ser siempre consciente de que va a cumplir sus compromisos, sin dejar al azar la mitad del presupuesto fijado por la confianza en que «ya aparecerá».
«Ver de ir conquistando mercados extranjeros, para lo cual aparte de hacer un mejor cine, llegar a reunir en algunos casos, capital español para adquisición de locales en que la producción nacional pueda exhibirse en cines de categoría, sin tener que apelar a salas de barrio para nuestro estrenos2.
«Y todo cuanto sea necesario hacer para ver el cine español a la vanguardia, que por muchos motivos nos corresponde».
Cesáreo González, condecorado.
En otra ocasión a Cesáreo le preguntan por el papel del productor:
-¿Quien para Vd debe representar la verdadera industria cinematográfica?
-Creo que está representada absolutamente por el productor. Naturalmente, la representación idea sería el productor con estudios propios, o los estudios convertidos en productores.
-¿Por qué?
-Porque todos los elementos esenciales de una película viven, se desenvuelven y dependen vitalmente del productor, mejor aún, de todas las capacidades que irradian del productor, incluso los estudios, que en el momento de la producción se transfieren a él.
-¿Cómo debemos considerar al productor esporádico?
-Forzosamente hemos de aceptar dos tipos de productores de esta clase. Uno, que de muy buena fe considera que el cine es como una lotería donde siempre se coge premio y tira alegramente unas pesetas, como podía jugar a cara o cruz. El fracaso más absoluto suele esperarles, convirtiéndoles entonces en detractores del cine español. Estos, pese a su ingenua candidez son peligrosos.
El otro tipo es el logrero. El vividor que acude con vistas al negocio fácil del momento y que lo abandona y huye cuando hay que luchar en mejorar unas condiciones en cuyo empeoramiento él participó activamente.Ese también es peligroso, ya que como el anterior, no hace más que entorpecer la marcha normal de los que de una manera continuada trabajan y luchan por nuestro cine en condiciones favorables o adversas.
Cesáreo González, con Carmen Sevilla y Augusto Algueró.
En cuanto a la financiación en el cine el productor vigués opinaba lo siguiente: «Soy de los que creen que hay que emplear grandes capitales y yo he empezado a demostrarlo. Ahí está «Polizón a bordo» donde he invertido más de un millón de pesetas y era la primera película que hacía. Desde luego, comprendo que cuanto más dinero se invierte en una producción, ésta es mejor y puede amortizarse más sencillamente. Una primerísima figura que protagonice una película en compañía de figuras de valía y en la que no se escatimen recursos, puede ser una producción que dé mucho dinero».
Cesáreo González como se ve estaba dotado de una gran vena comercial, por lo cual siempre encontraba venta para sus películas. A pesar de que el recuerdo de la guerra civil estaba fresco consigue dar trabajo a personas de la época republicana, como al actor Miguel Ligero y a la conocida estrella Imperio Argentina.
Pero el productor vigués supo mantener buenas relaciones con el régimen franquista aunque no se libró de los consabidos problemas con la censura, como le sucedió en la cinta «La Fe», de Rafael Gil, en 1947.
A comienzos de 1947 González amplía sus actividades y transforma su empresa en Suevia Films. Distribuciones Cinematográficas y comienza una larga travesía por América para establecer empresas asociadas o delegaciones propias para la producción y la distribución.
Por eso contacta en Hollywood con Columbia Pictures y con productoras de Méjico y Argentina. En su estancia en Méjico contrata a la diva mejicana María Félix con la que rueda varias películas. Gracias a sus contactos con empresas de otros países, a finales de los años 40 consigue estrenar sus películas en Londres, Nueva York, París, México D.F. o Buenos Aires.
En la década de los años 50 Cesáreo González consigue establecer un star-system propio, muy rentable dentro y fuera de España. La firma de los contratos con sus estrellas serán un acontecimiento mediático, como el firmado con Lola Flores para protagonizar cinco películas en dos años. El contrato se firmará en el Museo de Bebidas Chicote.
Pero Cesáreo González no fue sólo un productor comercial, ya que también tocó aquel cine que se denominó «tercera vía», es decir un cine más comprometido socialmente. Así participó en títulos de Juan Antonio Bardem como «Calle Mayor» (1956) o «Muerte de un ciclista» (1955) o «Fedra», de Manuel Mur Oti (1956). En este sentido Cesáreo poco antes de morir, llegó a firmar un contrato para rodar cuatro películas con el director Luis García Berlanga.
El productor vigués en los años 50 va a participar del gran éxito de las películas de Joselito, comenzando con «El pequeño ruiseñor» y continuando con nueve cintas más. En los años 60 también repetiría éxito con las películas de Marisol y Sara Montiel.
Cesáreo González fallecería en 1968 por lo que no llegaría a ver su última producción «Vivan los novios» (1970).
Podemos decir que Cesáreo González fue un productor al estilo de Hollywood, que veía la producción como un negocio en sí mismo. Para él su negocio tenía dos patas, por un lado abrir mercados extranjeros para poder obtener buenas plusvalías y por otro el negocio basado en sus estrellas y las grandes salas de estreno nacionales para poder disputarle el mercado de prestigio al cine foráneo.
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