La lluvia forma parte del paisaje de Galicia y a ella le debemos una gran parte de nuestra riqueza y de los colores de nuestros campos y de nuestros montes; Galicia es verde gracias al agua de la lluvia. Sin embargo, en las ciudades, esa misma lluvia suele valorarse como una incomodidad sin reparar demasiado en su necesidad para el desarrollo de los cultivos y para las necesidades del consumo diario. Y a esa incomprensión también contribuyen los sumideros de las plazas y calles, que se ven sobrepasados de su capacidad evacuadora hasta que el agua termina rebosando de modo abundante, como puede verse en la fotografía, llenándolo todo y con la incomodidad de tener que pisar unos charcos que ya teníamos olvidados.