“Un matrimonio de leones llega a Vigo”. Así titulaba el diario “El Progreso” la incorporación al zoo de A Madroa, en agosto de 1973, de los dos primeros grandes felinos del recinto. Se trataba de Chato y Diva, “originarios de Eritrea”, que venían desde el parque de fieras de Madrid después de que la Caja de Ahorros Municipal desembolsase 50.000 pesetas por cada uno de los dos ejemplares.
Denominar “matrimonio” a dos leones ya dice mucho de la cultura zoológica de una época en que la siesta aún no se amenizaba con los documentales de La 2 sobre las criaturas que habitan la sabana del Serengueti o el cráter del Ngorongoro. Sin embargo, hasta los propios vigueses de la época se daban cuenta de que Vigozoo era un espanto absoluto. No pocos regresaban a casa después de la visita horrorizados ante los animales encerrados entre rejas en jaulas de menos de veinte metros cuadrados.
Rafael Portanet
Hoy en día, tendría penas de cárcel aquel espectáculo de osos tristes, leones deprimidos y chimpancés enloquecidos que se subían por los barrotes mientras los niños les arrojaban cacahuetes caducados. Eso, básicamente, era el Parque Zoológico Municipal de A Madroa, un proyecto del alcalde Rafael Portanet que, finalmente, había sido inaugurado por su sucesor, Antonio Ramilo, el 18 de julio de 1971, “Día de la Victoria”.
Que la gente sabía que Vigozoo era un campo de exterminio animal lo escribían hasta los periodistas, incluso en plena dictadura. En marzo de 1974, leemos un artículo del diario El Pueblo Gallego firmado con una sola letra, “V.”, en la que el cronista se pregunta: “¿Merece la pena la visita?” y concluye que los propios ciudadanos se deprimen al ver a los animales allí encerrados.
Se queja el periodista de que se han talado los árboles del recinto para los renos, que viven al sol sin refugio posible, mientras que el jabalí moraba en una zona de cemento “cuando su ambiente es en terrenos donde pueda desbrozar y revolcarse en la tierra”, sin olvidar que la mayoría de las “fieras” viven en “recintos que se asemejan en mucho a celdas individuales, que confieren un ambiente de tristeza a sus moradores”.
Remodelación del zoo
El artículo del diario vigués pide que se remodele el zoo para que la visita resulte “más real… y humana”, y arremete contra quienes proyectaron las instalaciones, “que tienen mucho que aprender sobre las costumbres de las especies allí existentes”.
Así que el zoo de Vigo ya era indefendible hace medio siglo. Y aquel año de 1974, un mes después de la publicación de aquella denuncia, un suceso vino a confirmar la magnitud del desastre. El jueves 25 de abril de 1974 los dos leones, Chato y Diva, huían de su jaula y provocaban una alarma descomunal.
Eran las diez menos cuarto de la mañana cuando los dos felinos franqueaban la puerta que se había dejado abierta un empleado del parque “en un grave descuido”. Rápidamente se dio aviso a la Policía Municipal y a la Guardia Civil, que desplazaron efectivos al parque, armados para abatir a las fieras si fuese necesario. Al tiempo, se pidió ayuda al Parque Zoológico de Madrid, que desplazó por avión a un veterinario junto a un tirador profesional con un rifle de dardos narcóticos.
Leones en Vigo
La crónica de El Pueblo Gallego cuenta que Chato y Diva “habían cenado opíparamente” por lo que no atacaron a otros animales, aunque el león intentó darle un zarpazo al oso “a quien salvaron los gruesos garrotes de su jaula”. Por lo visto, había ahí algunas cuentas pendientes… “Patos, pavos y monos se llevaron un susto de muerte”, afirma el cronista.
Por la tarde, Diva se dejó engañar con un cebo y volvió a su jaula. Sin embargo, Chato siguió toda la tarde recorriendo el recinto “pasando buena parte acostado y terriblemente aburrido”. Al conocer la noticia, muchos vigueses decidieron subir a la Madroa para “ayudar”. No se les ocurrió mejor cosa que intentar lapidar al león: “Numerosos espectadores colaboraron con las fuerzas armadas arrojando piedras desde el otro lado de las rejas que circundan el parque sobre él para que se levantase, pues a cada rato se acostaba”, cuenta la crónica.
Mientras tanto, el veterinario llegado de Madrid y el tirador con el fusil de narcóticos, a bordo de un todoterreno, intentaban capturar a Chato, mientras el público jaleaba al león desde las rejas. “Como las carreras detrás de la fiera de los cazadores, que iban a bordo de un “Jeep”, se prolongaban en exceso, el señor Reillo se vio obligado a efectuar varios disparos, sin lograr alcanzarle”. También apareció un camión de los bomberos, que utilizaron sus mangueras contra el felino sin ningún éxito.
En libertad
La falta de puntería permitió al león Chato seguir en libertad toda la noche hasta que, a las siete de la mañana, decidió libremente regresar a su jaula y tenderse largamente a sestear tras casi un día de excursión. Sucedió en Vigo hace ahora medio siglo, cuando en la primavera de 1974, un “matrimonio de leones” decidió darse un paseo y explorar por un día las cortas fronteras de la libertad.