En la madrugada del 9 de septiembre de 1922, cuando navegaba hacia La Habana a unas 70 millas de las islas Cíes, el trasatlántico ‘Hammonia’ sufrió un naufragio por una vía de agua por razones que aún hoy, un siglo más tarde, resultan desconocidas. Probablemente, colisionó con algún objeto pero lo cierto es que la brecha en el casco, a la altura de las carboneras de estribor, comenzó a inundar los compartimentos. Las bombas de achique resultaron ineficaces y el capitán Alfred Hoefer dio la orden de cambiar el rumbo y regresar al puerto de Vigo, de donde habían zarpado la tarde anterior.
Sin embargo, a las seis de la mañana la situación era ya desesperada y el buque, un habitual en el puerto vigués de la compañía Hamburg-American Line, presentaba una peligrosa escora, mientras los 554 pasajeros eran concentrados en cubierta, a la espera de una evacuación. El ‘Hammonia’ llevaba horas emitiendo señales de socorro.
Seis buques acudieron al rescate, entre ellos el Euclid, que se dirigió a Vigo para desembarcar a 85 supervivientes. Otros barcos, como el Boldnay y el City of Chester, se dirigieron con náufragos a puertos como Gibraltar o Southampton. Y se sabe que el Soldier Prince intentó remolcar al Hammonia, pero la maniobra era inútil ante la gran escora que presentaba el trasatlántico.
Emigrantes en tercera clase
A mediodía, se repartieron salvavidas entre los viajeros y se arriaron botes, los primeros de ellos para mujeres y niños. El pasaje estaba compuesto en su mayor parte por emigrantes, con casi un millar de plazas en tercera clase, frente a las doscientas reservadas para los viajeros acomodados de primera y segunda clase. En Vigo, habían embarcado el día anterior 45 emigrantes.
Durante la evacuación del naufragio, el mal estado de la mar provocó que una de las lanchas se estrellase contra el casco del propio Hammonia, quedando la embarcación destrozada. En este accidente, se registraron varias víctimas mortales del total de 90 desaparecidos en el naufragio.
Vigo recibe la noticia
La noticia llegó a Vigo antes que a ningún otro puerto. Porque el buque británico Darro, procedente de Buenos Aires, había registrado las llamadas de socorro del Hammonia, aunque no se desvió de su ruta. En el diario Galicia del martes 12 de septiembre de 1922, se narra que el radiotelegrafista se presentó con los mensajes en la comandancia de marina viguesa y la noticia del siniestro corrió como la pólvora por la ciudad.
Cuando el buque Euclid entró en la ría de Vigo, todo estaba preparado para recibir a los supervivientes. El consignatario Enrique Fraga ordenó que se trasladase a los 85 náufragos hasta el café Universal, donde fueron recibidos y alojados según la categoría de su billete: en hoteles los de primera y segunda clase, y los emigrantes de la clase general en fondas y casas de huéspedes de la ciudad.
De hecho, el diario Galicia recoge las quejas de algunos supervivientes, que denunciaban que a los pasajeros de primera se les permitió evacuar sus enseres, mientras que ellos lo habían perdido todo en el naufragio. Son escenas que recuerdan al Titanic, naufragado diez años antes, en 1912, cuando los viajeros de alto copete se cargaron de sus joyas antes de lanzarse al mar.
La noticia del naufragio dio la vuelta al mundo. En la crónica de The New York Times, en primera página del diario, se critican también los criterios de evacuación. En las crónicas gallegas, leemos en El Compostelano que la tripulación del buque copó los botes salvavidas junto a los viajeros de primera clase, abandonando a su suerte a los emigrantes.
Sin medios
“Según el relato de los náufragos llegados a Vigo, los viajeros del Hammonia han tenido que permanecer a bordo, en compañía del capitán del ismo hasta que llegaron los vapores en su auxilio, puesto que toda la tripulación se había puesto a salvo”, explica el periodista, que considera “verdaderamente lamentable que en un caso como este la tripulación hubiese acaparado los botes y algunos salvavidas, dejando a los demás sin medios de salvación”.
Ola de 30 metros
Sin embargo, todas las crónicas destacan al capitán del Hammonia, que permaneció a bordo hasta los últimos instantes del naufragio. De hecho, a punto estuvo de zozobrar su bote por una ola que, según su testimonio, alcanzó los treinta metros de altura, como producto del hundimiento del trasatlántico.
En total, fueron rescatadas 465 personas. Y se dio por desaparecidas a noventa. La naviera Hamburg Amerikanische Packetfahrt Actien Gesellschaft (HAPAG) indemnizó a los pasajeros según su categoría, desde quince libras para los de primera clase hasta cinco libras para los de tercera. Además, se les reembolsó el precio del billete y se les ofreció embarcar gratuitamente en el buque Leerdam, que zarpó de Vigo hacia América dos semanas más tarde. Se hace difícil imaginar qué pasaría por la cabeza de los infortunados que volvieron a subirse a un trasatlántico, para realizar el mismo viaje, después de una experiencia tan traumática.
Sucedió hace ahora un siglo y la noticia dio la vuelta al mundo. Fue el dramático naufragio del trasatlántico ‘Hammonia’, que es también historia de Vigo.
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