Junto con la consumición y el pincho de cortesía, en algunos bares ofrecen una tacita de esta bebida caliente y reconfortante que complementa el tradicional vino o caña de cerveza de mediodía o de final de la tarde. Esta costumbre, que va ganando terreno día a día, recuerda un lugar ubicado en la Rúa Real de Vigo y famoso hace unos años. Al pedir una taza de vino —el vino, por cierto, se servía en las tradicionales tazas blancas de loza—, ya sin preguntar se servía en compañía de una pequeña taza, como las del café, pero de caldo caliente, incluso con alguna hoja de verdura. Aquel lugar era muy famoso y la originalidad del caldo reconfortante tenía un gran éxito. Hoy, la costumbre vuelve a ponerse de moda para combatir la crudeza del invierno.