El artilugio es muy curioso y no sabemos cómo han conseguido introducir el Cristo en el interior de la botella respetando la forma y la colocación de todos los detalles. Quizá lo hayan hecho reduciéndolo de tamaño como hacen los jíbaros con las cabezas de los enemigos. Tampoco sabemos del enigmático significado de introducir un Cristo en una botella, ni de ese pequeño altar con los tres diminutos candelabros que está a sus pies. Seguramente el conjunto tiene un significado mágico de protección para sus propietarios, un fetiche de la buena suerte donde se conjugan religión y magia, siempre tan vinculadas en las tierras americanas y también en las africanas y en las orientales. En este lado del Atlántico tampoco andamos muy lejos de fetiches similares, lo que ocurre es que los nuestros nos resultan tan habituales y tan cercanos que no los calificamos como tales: rezos, figuras, decoraciones… Por contra, nos seguimos sorprendiendo por estos otros que hacen, como es el caso, en la Amazonía. Y a ellos los llamamos salvajes.