La fotografía es actual y en ella puede observarse la Isla de Toralla en la parte central. Es fácilmente identificable tanto por el puente como por el enorme edificio de apartamentos. Antaño sólo existía una casa y la isla quedaba totalmente aislada de la costa, a pesar de su proximidad. También existían —-y suponemos que aún siguen existiendo—- algunos restos arqueológicos.
La propiedad de la isla perteneció al Obispado de Tui, pero después de la desamortización de Mendizábal entre 1836 y 1837), la de Espartero, en 1841, y la de Madoz en 1854 y 1856, la isla fue cambiando de manos con el paso de los años. A principios del siglo XX, el 11 de agosto de 1911, cuando era propiedad de la familia Echegaray, sirvió de escenario para la histórica reunión de un conjunto de empresarios vigueses que puso en marcha el ambicioso proyecto de Tranvías de Vigo.
En los años sesenta del pasado siglo XX se concedieron los permisos para su urbanización y para la construcción de un puente de acceso, de tal modo que existe una zona con una comunidad de propietarios de la treintena de chalets y su jardín comunitario, y otra comunidad constituida por las viviendas de la torre. En su momento, los promotores del proyecto de urbanización asumieron la construcción del puente y siguen asumiendo el mantenimiento del mismo, todo hay que decirlo.
Durante años existió una barrera con vigilancia para controlar el acceso restringido a la isla a través del puente. Sin embargo, el empeño de Antonio Nieto Figueroa (Vigo 1928 – 2003), promotor de los campeonatos de playas, concejal del Concello de Vigo, artífice del “viguismo” y defensor a ultranza de los intereses de la ciudadanía de Vigo, consiguió, mediante reiteradas manifestaciones multitudinarias, que el uso del puente fuera de uso público y así poder acceder a las playas de la isla.
Como quiera que las leyes de protección costera ponen en tela de juicio la legalidad de esa urbanización privada, las comunidades consintieron la construcción en la parte posterior de la isla de unas instalaciones de la Universidad de Vigo, así como la colocación de equipos de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (SASEMAR) en la terraza superior de la torre.
La torre de Toralla tiene unos setenta metros de altura y un diseño espectacular en forma de i griega realizado por el arquitecto vigués Bar Boo (Vigo, 1922 — Santiago de Compostela 1994), consiguiendo que las viviendas sean totalmente exteriores y con los servicios comunes instalados en la parte central. Además de resultar un tremendo borrón en la imagen del conjunto la isla, puesto que la torre es visible desde la distancia, los ventanales de las viviendas no necesitan cortinas porque las vistas ya constituyen un auténtico cuadro natural.
En definitiva, se trata una isla privada, salvo esas mencionadas excepciones que han tratado de mejorar la imagen pública del conjunto. En Toralla, el lujo y el espacio limitado se paga a precios de varios millones de euros en el caso de los chalets, y cifras un mucho más bajas, aunque lejos de las posibilidades del gran público, en el caso de las viviendas de una torre que se mueve ligeramente por su elasticidad y que está expuesta a los estragos de la salinidad marina. Auténticos privilegios que siguen en el punto de mira desde su construcción.