El filósofo griego Eráclito de Éfeso (540 – 480 a.C.) decía “todo cambia, nada es”, que viene a significar que no hay nada eterno. Y esto es lo que le ha ocurrido a la Rúa Colón, de Vigo, que durante muchas décadas fue una de las principales calles comerciales de la ciudad. En sus aceras se sucedían los comercios más distinguidos, que eran visitados por clientela llegada incluso de las ciudades más distantes de Galicia y del norte de Portugal.
En la Rúa Colón estaban los establecimientos de Ropal, Vigobazar, Blancazul, Gladys, entre otros, y más tarde las galerías de Cividanes, que al poco de ser inauguradas no soportaron la competencia de El Corte Inglés. También estaban las instalaciones del periódico decano de la prensa nacional española: Faro de Vigo. Y no se debe olvidar la sala de fiestas Teide, donde actuaban los otrora famosos Los Diábolos, el conjunto vigués nacido a la sombra de la Escuela de Peritos Industriales y que luego se transformó en Los Zuecos. Existía y aún existe la Confitería El Molino, diversas joyerías y otros prestigiosos comercios, entre ellos Pinky, dedicado a ropa de niñas y niños y ubicado en el tramo inferior de la calle, a medio camino entre el cruce con la Rúa de Marqués de Valladares y la Praza de Compostela.
Al hablar de la Rúa Colón conviene recordar la anécdota que muchos ciudadanos vigueses desconocen, es que en el cruce con la Rúa García Barbón y la Rúa Policarpo Sanz, lo que actualmente se conoce como el cruce de los cuatro bancos, fue donde se instalaron los primeros pasos de peatones, porque antes eran los propios guardias de tráfico los encargados de organizarlo. Y otra anécdota importante es que en un bajo comercial contiguo al que ahora ocupa el Banco de Santander, el que está en la esquina con la Rúa Policarpo Sanz, se instaló la primer sala de juegos de la ciudad, que consistía en un local con numerosas máquinas de pinballs, que hicieron furor.
La fotografía, obviamente, corresponde a los últimos años de la decadencia comercial, sobre el 2012. En primer término puede verse el comercio Gladys, de la firma Cividanes, que durante muchos años estuvo gestionado por Ismael Chillón, el amable y eficiente encargado que era uno de los profesionales con mayor conocimiento de la moda femenina en Galicia y al que muchas clientas todavía recordarán con agrado.