En la ciudad de Vigo existen dos tanatorios con los correspondientes hornos crematorios, sin embargo, conviene recordar lo que acontecía cuando no existían estas instalaciones. Entonces, los velatorios eran llevados a cabo en los propios domicilios o en los hospitales, y desde allí los cadáveres eran transportados directamente a los cementerios, donde los ataúdes era sepultados en nichos o directamente en las fosas de tierra.
La aparición de los tanatorios cambió totalmente esa costumbre y la ciudad de Vigo no quedó al margen, eliminándose la incómoda situación del velatorio. Emorvisa (Empresa Mixta de Servicios Mortuorios de Vigo Sociedad Anónima) fue la primera empresa en afrontar ese servicio mortuorio, con el Tanatorio de Pereiró, inaugurado en 1991, y, años más tarde, concretamente en el año 1994, siendo alcalde de Vigo Carlos González Príncipe, se instaló el primer horno crematorio de Galicia, que fue un acierto. Poco a poco fue abaratándose el proceso hasta convertirse en asequible para todo el público.
En el año 2002, la empresa Vigo Memorial inauguró un tanatorio en Bembrive incluyendo, también, el servicio de crematorio. La ciudad de Vigo quedaba, de este modo, dotada de todos los servicios funerarios al alcance de prácticamente todos los bolsillos.
En la actualidad, muchas personas todavía siguen confundidas al creer que la incineración reduce los costes del entierro pensando que no se necesita ataúd, pero eso es un error porque, en realidad, sí se necesita. La incineración siempre se lleva a cabo dentro del ataúd al que, previamente a introducirlo en el horno, se le extraen todos los componentes metálicos como crucifijos, bisagras, cierres y demás herrajes.
El proceso de incineración se lleva a cabo a temperatura muy elevada pera reducir a cenizas incluso los huesos. Al final, aquellos huesos que hayan resistido todo el proceso se trituran en molinos de bolas para incorporarlos al resto de las cenizas.
Cuando el proceso termina totalmente —lleva varias horas—, las cenizas se recogen en una bandeja que está situada debajo de la parrilla. El conjunto de las cenizas se entrega en un recipiente cerrado a la familia, que procederá a su traslado al cementerio o a donde considere adecuado según los últimos deseos de la persona fallecida o de la propia familia. En este sentido, son innumerables las anécdotas sobre el destino final de las cenizas.
A pesar de que los gastos de incineración se han popularizado, los gastos que conlleva la muerte son muy elevados, mucho más que nacer. Simplemente el ataúd es muy caro. Antaño las cajas eran de madera, más o menos trabajada y adornada, y la localidad ourensana de Piñor ostentaba el primer puesto en fabricación de ataúdes. Hasta que llegaron los fabricados en China, fabricados prácticamente de cartón y a precio imbatible. Pero cuando uno muere ya no importa demasiado la caja, sino a dónde va a parar el alma. Precisamente, Las llamaradas y el humo que se observan en la imagen corresponden a algo tan trascendente como un horno crematorio. Por motivos obvios no desvelaremos la fecha en la que fue tomada la fotografía. Sin embargo, la traemos aquí para reflexionar sobre el momento más importante de nuestras vidas, cuando el alma y el cuerpo se separan para siempre.