El colosal monasterio de Oia fue fundado en el siglo XII por los monjes cistercienses, que le dieron su aspecto sobrio, con su muralla frente al océano Atlántico que hace que parezca una fortaleza de frontera. Según la tradición, su advocación a Santa María viene por el hallazgo de la llamada Virgen del Mar, que fue recogida por los frailes tras aparecer en la costa, atada por una cadena a un perro. La leyenda dice que había sido arrojada al mar por los protestantes ingleses en época de Oliver Cronwell y que milagrosamente llegó a la costa gallega.
Pero la tradición histórica más popular del monasterio es la de los “monjes artilleros”, que disponían de cañones para enfrentarse a los ataques de escuadras enemigas. En 1621 se sabe que contaban ya con siete piezas de artillería, cuyo objetivo era defenderse de las diversas incursiones de corsarios berberiscos durante el siglo XVII. Las más famosas de estas acciones coinciden en el año 1624, por lo que pronto cumplirán cuatro siglos.
Cinco navíos turcos
La primera fue el 14 de marzo de aquel año, cuando pusieron en fuga a unos buques turcos que perseguían a un barco francés y otro inglés. Pero la más renombrada fue la que se recoge en un documento de la propia época, que narra los hechos con todo detalle y fija su fecha con exactitud: el sábado 20 de abril. La narración, que encontramos en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, se titula “Vitoria que los monges del monasterio de Nuestra Señora de Oya de la Orden del Císter, tuvieron contra cinco Navíos de Turcos, que davan caça a dos Naos Portuguesas y una Francesa”.
Hechos con gran precisión
Está firmado por Andrés de Mendoça, que se identifica como “asistente en la Corte” y lleva como subtítulo “Dase cuenta de como le echaron a fondo la Capitana, ahogándose los que venían en ella: y de los captivos y presa”. El documento es un pliego impreso de apenas cuatro páginas, está datado en el mismo año de 1624 y cuenta los hechos con gran precisión.
Dice el cronista: “Tiene este monasterio para su defensa, además de la aspereza del sitio, una fuerte muralla, sobre cuyos ombros cargan ocho famosas pieças de artillería, que hazen cara al enemigo y sirven de amparo a los que temerosos se valen de su defensa”.
El texto narra la leyenda de la figura de la Virgen que los monjes encontraron en un islote cercano y que, según la tradición, había sido arrojada al mar atada a un perro “por la furia diabólica de los calvinistas cuando el Reyno de Inglaterra apostataron de la fe”. Llevada al monasterio, la imagen “pagó el hospedaje dando ojos al ciego, manos al tullido, oídos al sordo, libertad al cautivo y quietud al tentado”.
Disparos de cañones
Una tarde de 1624 se encontraban los monjes en las murallas de Oia cuando “descubrieron cinco navíos de corsarios africanos que daban caza a dos de Portugal y uno de Francia”. Cuando los cristianos estaban ya rendidos, los monjes comenzaron a disparar los cañones “y a resistir con mosquetes la furia del enemigo, no dándole lugar que pudiesen abordar a los afligidos navegantes”.
Según la crónica, la refriega duró tres horas hasta que subió al muro un monje llamado fray Pablo de Lezcano, “natural de Guadalaxara, tierra de Toledo, que en su mocedad avía sido gran soldado y servido al Rey en ocasiones honradas”. Este monje artillero tomó a su mando una pieza y “haciendo puntería dijo: esta va en nombre de la Virgen María de Oya y de mi Padre San Bernardo”. El cañonazo retumbó en el mar y la nave capitana de los corsarios fue alcanzada y se fue a pique.
Más artillería
El documento afirma que murieron “en esta refriega treynta y siete turcos, y salieron a nado nueve, que los monjes recogieron y captivaron en la rivera, adonde medio ahogados y envueltos en su propia sangre los arrojó su fortuna”.
El documento del mismo año de 1624 concluye narrando que la noticia se envió a los Reales Consejos de Estado, Guerra y Gobierno, “y aviéndolo estimado, le honró la acción, y mandó poner en mayor defensa el Monasterio, aumentándole la artillería y milicia de aquellas fronteras”.
Así es la narración publicada en el mismo año de 1624 sobre la victoria naval de los monjes de Oia sobre una escuadra de corsarios que se aventuraba hacia la ría de Vigo. El documento, firmado por Andrés de Almansa y Mendoza, se conserva en la Biblioteca del Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla.