A comienzos del siglo XIX, entraba en erupción la geografía moderna. Se popularizaron instrumentos como el teodolito, inventado en 1787 por el astrónomo británico Jesse Ramsden. Y toda una generación de sabios se echó el mundo para cartografiarlo de punta a punta con precisión matemática. En 1799, zarpaba de A Coruña Alexander von Humboldt para su primer viaje de exploración americana. Y, en 1817, comenzaba en Galicia sus trabajos Domingo Fontán, quien en 1834 terminaría su Carta Geométrica, el primer mapa científico trazado en España.
Del saber de la nueva geografía llegaría el mundo de las grandes sociedades científicas en París o Londres, y las consiguientes ansias por conocer el mundo, sea encontrando las fuentes del Nilo u hollando los polos Norte y Sur. Pero toda aquella eclosión científica tendría también su derivada política: el nacimiento de los grandes imperios coloniales…
Regresemos, sin embargo, al tema de la fiebre por la Geografía que afectaba al mundo a comienzos del XIX y a la que Vigo no fue ajena. Porque súbitamente, la ciudad y su ría comenzaron a aparecer reseñados en toda suerte de enciclopedias, tratados y catálogos geográficos que tenían siempre algo en común: una sincera fascinación por el puerto natural que formaba esta ría.
Lo destaca el insigne polígrafo Isidoro de Antillón en sus “Elementos de la Geografía Astronómica de España y Portugal”, publicado en 1815, sólo seis años después de la Reconquista de Vigo. Este sabio se admira con las islas Cíes, que “los antiguos las llamaron Cizae Insulae y, según la opinión de Cornide, Casitérides”. Y elogia el puerto vigués “por donde se hace la principal extracción de las producciones y manufacturas de Galicia”.
“La entrada de este famoso puerto tiene dos bocas, una al S. y otra al N., lo que facilita la entrada y salida de los buques con todos vientos; estas bocas las forman las islas Bayonas, que son un muro en donde se estrellan las impetuosas olas del Océano, que perjudicarían infinito a los buques surtos en el puerto, cuyas aguas se mantienen siempre como una balsa de aceite”, escribe el geógrafo turolense. “Por esto, por su mucha amplitud, por su limpieza de fondo y últimamente por lo exquisito de sus aguas y facilidad de hacerlas, se considera como uno de los más famosos del mundo”, anota Isidoro de Antillón, que añade que, no en Ferrol, sino en Vigo es “donde verdaderamente debían existir los arsenales del departamento de Marina del Norte, si miras políticas no lo impidiesen”.
El geógrafo visita el barrio del Areal: “Extramuros de la ciudad hay un gran arrabal, cuyos habitantes son todos catalanes, que se emplean en salar y embarricar sardinas, de que hacen un gran comercio con el levante y las Américas. Y no hay en ninguna parte de Galicia una pesca tan abundante de esta clase, ni que la calidad sea más sustanciosa y exquisita…”
Por la misma época, el geógrafo británico William Guthrie publica su “Geografía universal descriptiva, histórica, industrial y comercial, de las cuatro partes del mundo”, que sale a la luz en 1807 y consultamos en la Biblioteca Británica. Y el puerto vigués sigue provocando admiración: “Vigo, villa sobre una bahía, con un excelente puerto que forma un recinto considerable. En estas aguas de Vigo destruyeron los ingleses y los holandeses la flota española el 20 de octubre de 1702. En 1719 estos mismos enemigos se hicieron dueños de la villa”.
También tiene palabras sobre otras poblaciones del área: “Bayona, villa sobre un pequeño golfo distante quatro leguas de la desembocadura del Miño. Tiene un puerto muy cómodo y abunda mucho la pesca. A los lados de la entrada de este golfo hay algunas islas que los antiguos llamaron islas de los Dioses. Tui, sobre el Miño, ciudad fuerte, situada sobre un monte en una campiña amena y fértil. Tiene muchas fábricas de lienzos de todas calidades”.
Poco tiempo después, en 1837, Juan Cayetano Losada, geógrafo y pedagogo publica sus “Breves tratados de esfera y Geografia universal: con algunas noticias históricas en especial en lo perteneciente á España y un Apéndice de Geografía antigua y otra de Cronología, para instrucción de la juventud”. Se trata de un libro de texto, donde destaca que Galicia “es la provincia que más puertos tiene en España y en sus costas se coge mucha y exquisita merluza, congrio, sardina, abadejo, etc. Es el principal el de Vigo, estrecho en su entrada pero con una ensenada muy capaz”.
Sobre la maravilla de la ría viguesa, en la misma época escribe también el geógrafo Sebastián Miñano en su “Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal” donde, en 1830, afirma que Vigo es ya entonces cabecera de toda su comarca. Su jurisdicción alcanza Teis, Chapela, Cabral, Oia, Lavadores, Navia… De su historia afirma que es “pueblo antiquísimo, cuya fundación no consta, pero se sabe que era ya de consideración cuando los primeros romanos vinieron a España”. Y elogia el puerto, “muy frecuentado de buques nacionales y extranjeros”, con una ría “donde hay agua suficiente para navíos de 60 a 80 piezas”.
En esta fiebre geográfica de Vigo en la primera mitad del siglo XX no podemos olvidar al médico Taboada Leal y su ‘Descripción topográfico-histórica’ de 1840, aunque ha sido tan citada, tan recurrente en la historiografía y en el periodismo local que será mejor que la pasemos por alto en este artículo, en que nos gustaría recordar que hay mucho: muchísimas más fuentes que consultar.
Y, entre ellas, tampoco podemos olvidar a George Borrow y sus viajes vendiendo biblias entre 1835 y 1840. Pero, como también es un tópico, remataremos con otro autor coetáneo y menos conocido. Se llamaba Samuel Edward Cook, aunque firmaba usando el apellido de su madre: Sam Widdrington. Conoció mundo como marino en la Royal Navy, y más tarde recorrió España de punta a punta, para describirla en varios libros de viajes. El más notable fue ‘España y los españoles en 1843’, que publicó ya como miembro de la prestigiosa sociedad geográfica The Royal Society.
En su por la ciudad comenta: “Vigo y los montes que la rodean son algo insuperable; apenas hay en Europa algo tan hermoso”, escribe. Además, “las gentes de este lugar y de los parajes vecinos constituyen un pueblo diligente, industrioso, alegre, de buena presencia y refinado”. De hecho, cree haber cambiado de país, porque la gente es “muy diferente a los que encontramos en el interior hacia Santiago, que parece que pertenezcan a otra región”. Y termina, cómo no, elogiando las virtudes del puerto vigués y entusiasmado con la obra de la carretera hacia Madrid, que se construye en esas fechas. Para Widdrington podría ser la mejor puerta de entrada de los británicos en España: “Si la carretera es completada, será la mejor comunicación entre Londres y Madrid, permitiendo desde Vigo alcanzar la capital de España en treinta horas, aproximadamente. Y sólo son cuatro días desde Vigo a Southampton”.
Así que, en la época en que la Geografía entró en erupción en todo el planeta, Vigo y su ría tuvieron su protagonismo entre los grandes autores de la primera mitad del siglo XIX.
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