En el otoño de 1941, el submarino alemán U-96 emerge en la ría de Vigo para abastecerse con el carguero Bessel, internado en este puerto desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El capitán Henrich Lehmann-Willenbrock es recibido a bordo por la oficialidad del mercante, mientras el sumergible toma combustible y carga suministros. Recibe también las órdenes de cruzar el estrecho de Gibraltar y adentrarse en el Mediterráneo en una misión casi suicida.
Así llega uno de los puntos culminantes de una de las más grandes producciones que ha dado el cine europeo: “Das Boot”, estrenada en España como ‘El submarino”. Su director, Wolfgang Petersen, manejó un enorme un presupuesto de 18,5 millones de euros, pero recaudó en taquilla más de 80. Además de seis nominaciones a los Oscar y un Globo de Oro, el film que cumple ahora 40 años aún es aclamado como una obra maestra del subgénero bélico de submarinos, pero curiosamente también está considerada una cinta antibelicista.
La película aportó una nueva visión del arma submarina durante la contienda, un auténtico infierno en el que estuvieron atrapados 41.000 marinos del III Reich, de los que 26.000 murieron, un brutal porcentaje del 63 por ciento. Los espectadores comprendieron que aquellos verdugos habían sido también víctimas. Hitler los envió en condiciones penosas hacia la muerte. Algunos de aquellos submarinistas, casi unos niños, eran nazis convencidos, pero muchos otros simplemente cumplían con su deber.
En un importante pasaje de la película, el U-96 entra en la ría de Vigo. Efectivamente, el buque alemán Bessel pasó toda la contienda fondeado frente a Vigo, sirviendo en varias ocasiones como apoyo a los ‘lobos grises’ del almirante Doenitz.
Porque, al igual que el U-96 de la película, otros muchos submarinos alemanes recalaron en Vigo en secreto. Lo anota el propio Karl Doenitz en los cuadernos de bitácora que rellenaba cada día durante la guerra. Así, el 4 de noviembre de 1939, apunta: “El Alto Mando Naval me informa de que diez buques alemanes estarán listos para salir del puerto de Vigo a mediados de noviembre y solicitan que les sea dada protección de submarinos en su camino a casa”. Las referencias a los puertos gallegos son incontables. El 11 de enero de 1942, Doenitz escribe en su diario que dio órdenes al U-373 de dirigirse al puerto de Ferrol, tras recibir el ataque de un avión aliado. Mientras que el 31 de enero de 1940 ordena al U-25 dirigirse a Vigo, para interceptar un convoy francés del que le han informado sus espías en la ciudad olívica.
También aparecen las escalas en Vigo y Ferrol en los interrogatorios de la Marina de los Estados Unidos a los alemanes prisioneros. El capitán del U-172, Hermann Hoffmann, relata cómo abasteció a su sumergible en Vigo en su última misión, antes de ser hundido en medio del Atlántico el 13 de diciembre de 1943. Los 46 supervivientes fueron interrogados hasta obtener un completo informe de ochenta folios. En él, Hoffmann detalla que repostó dentro de la ría de Vigo, con el buque tanquero “Bessel”, y que patrulló frente a las islas Cíes, “sumergido de día y emergido de noche, para evitar los radares enemigos, un avión de patrulla que sobrevolaba la zona, y ser descubiertos por los barcos pesqueros locales”.
En otro interrogatorio, el capitán del U-66 narra su escala en Ferrol. Es un testimonio muy revelador de la operativa de los U-boot para abastecerse en Galicia: “El 25 de septiembre de 1942, el U-66 avanza sumergido de 1 a 1,5 nudos sobre las 10.00 de la hora alemana de verano. El submarino permanece acostado en el fondo de la bahía del Ferrol a una profundidad de 80 pies hasta la completa oscuridad, que se registra a las 23.00 horas. A esa hora, emerge y avanza a 7 o 8 nudos hasta que encuentra al tanquero “Georg Albrecht” (…) Empleando la manguera del tanquero, el U-boot toma 15 metros cúbicos de combustible, además de una pequeña cantidad de manzanas y de fruta enlatada. Un bombero llamado Ehrlichmann, que se encontraba enfermo, fue transferido al tanquero. Después de recobrarse de una operación de estómago, retornó a Lorient de nuevo antes de la siguiente patrulla. Sobre las tres cuartas partes de la tripulación del U-boot subió a bordo del tanquero a comer y beber”.
Como el U-66 o el U-172, hay otros muchos casos de submarinos que recalaron en Galicia, aunque bien es cierto que los U-boot preferían las Azores, porque la costa gallega estaba muy vigilada por los espías aliados. Con el avance de la guerra, el U-760 hubo de refugiarse en el puerto de la ciudad olívica con serios daños tras sufrir un ataque. Vigilado por el crucero Navarra frente al actual edificio del Náutico, fue entregado a los aliados al concluir la guerra.
Por tanto, ‘Das Boot’ quiso hacer a Vigo protagonista porque de hecho lo fue durante la Segunda Guerra Mundial. El rodaje se realizó en el puerto francés de La Rochelle, que fue una importante base naval en la Francia ocupada, además de en las costas alemanas del Mar del Norte, junto a los estudios de la compañía Babaria Films, de la Alemania Occidental (había dos y un muro en Berlín cuando la película fue estrenada). La costa de la ría y las luces de la ciudad de Vigo, que se observan en varios momentos del metraje, son simuladas. Se cumplen ahora 40 años de ‘Das Boot’, la película que inmortalizó la estrecha relación entre el puerto de Vigo y las manadas de lobos del almirante Doenitz, gracias a la connivencia de las autoridades locales.
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