La ciudad de Vigo ha crecido sobre las faldas de montes que descienden hacia la ría, y el visitante se sorprende cuando en el noroeste de la península Ibérica descubre una población que compite perfectamente con el San Francisco norteamericano, con puente incluido. La ciudadanía viguesa está acostumbrada a superar los desniveles, y el avance en el uso de las bicicletas se ha visto favorecido por la aparición de los modelos eléctricos, que ayudan a salvar las distancias cuando el retorno va unido con los desniveles, además de escaleras mecánicas y de ascensores que comienza a instalar el ayuntamiento de la ciudad. Una buena muestra de estas calles inclinadas de Vigo es la céntrica Rúa Méndez Núñez, tan pendiente como la mar enarbolada que se encontraría en su época el conocido marino cuando dio la vuelta al mundo a bordo del acorazado Numancia o cuando participó en numerosas contiendas. Pero igual que esta también podríamos nombrar otras calles, como Carral, Chile, Poboadores o Vázquez Varela, porque Vigo es una ciudad realmente volcada al mar.