Se trata de un tejado de cubierta invertida que acumula agua de la lluvia en una lámina de agua cuyo espesor que no superará, según se observa cuando está seco, los veinte o treinta centímetros, lo suficiente para ellas floten, se muevan y puedan bañarse sin que nadie las moleste. Esta piscina improvisada, que sólo disfrutan las gaviotas, como decimos, irá luego evaporándose por la acción del calor cuando vuelvan los días de tiempo seco, luminosos y brillantes, porque la climatología, al fin y al cabo, no deja de ser cíclica.