La semana pasada Fito de la Viuda me comenta el fallecimiento el 28 de marzo de Quico de la Riojana. Ya han transcurrido algunos meses y las especiales condiciones de este último tiempo me habían vetado la información en su inmediatez.
Mis recuerdos de Quico, con todo, no están asociados principalmente a la Riojana, pocos recuerdos tengo de él por allí. Aparte de encontrarse navegando, lo cual obviamente impedía su presencia, quien estaba al pie del cañón era Loli, su mujer, como todos recordamos.
De la Riojana, citar los cavis, aquellos mediobocatas de alcriques, el vinillo o los quintos de cerveza, resulta inexcusable. Loliña era un tanto maternal con todos, muy paciente.
De entre la clientela, en su versión grupal, mencionar las tripulaciones de Cuba Pesca, alojados en la Casa del Mar, cuando se encontraban los barcos de su flota en operaciones de mantenimiento o reparación en los astilleros de nuestra ría.
Esto en los años en que el Consulado de Cuba se encontraba en nuestra ciudad, allá por los setenta y ochenta , en el tiempo que Alfonso Lubián y Coral trabajaban en el consulado.
De entre los clientes asiduos acude la figura de Orje cantando destempladamente una versión muy libre de Rosamunde, supongo que en remoto alto alemán.
Mediados los setenta Quico abriría en Baixada á Laxe el Kiko’s, así en genitivo sajón, lugar de interminables madrugadas, finalizadas con timba de poker y visita a la Boîte y A Pedra a desayunar ostras y albariño. También Quico tuviera algo por la Plaza de Compostela. Por ahí paré poco.
Quiero dar remate un tanto circularmente a este abocetado retrato, años más tarde, en el lugar exacto donde estuviera la Riojana, calle Ballesta con Carral. Me refiero al Años Veinte de Pepe.
En la Ballesta vivían Antonio el Che y Maruja, allí, Años Veinte, también junto a Arturo Regidor y el propio Fito de la Viuda, Gonzalo Álvarez o Arturo Rosendo, más ocasional, pasamos largas horas de vigilia. En esas ocasiones Quico mostraba sus buenas dotes de mantenedor, desgranando numerosas historias de su vida de marino, mientras impenitente, trasegaba whiskey sin despeinarse. También nos aplicábamos al canto, sobre todo habaneras.
Aquellas horas hoy destilan bellos recuerdos de un Vigo que se va clausurando. Vigo de salitre y metal.
Amigo, buen viaje!