La clase trabajadora suele ser más espontánea e incluso más feliz, conformándose -a la fuerza- con lo que cada uno tiene. Las clases altas, en cambio, nunca están contentas con lo que tienen, y las propiedades, en muchos casos, les sirven para presumir o las tienen por razones de estatus social.
En efecto, esa decoración que se observa en la fotografía, tomada en un barrio obrero, es una decoración pintoresca y de gusto dudoso -por no llamarle friqui-, pero las personas que la han elegido pueden disfrutarla todos los días y se sienten orgullosas de haberlo hecho por sí mismas, con poco dinero y con mucho ingenio, y esa libertad de expresarse por ellos mismos y sin complejos es algo que no tienen los ricos, por mucho dinero y poder que tengan.